Pactar para desmontar el populismo cleptómano

El populismo tiene una forma muy particular de relacionarse con la sociedad: no conversa, no persuade, no construye instituciones; reparte rentas económicas. Es, por decirlo sin rodeos, una política basada en la billetera. Mientras haya plata, hay amor. Cuando la plata se acaba, comienza el divorcio. Este es el caso del populismo cleptómano implementado en Bolivia por el Movimiento al Socialismo, tanto por Morales como Arce.

Durante casi 20 años, el gobierno del MAS construyó en Bolivia una sociedad rentista bastante amplia, usando varios instrumentos de política económica para transferir ingresos a distintos grupos. El primero fue el tipo de cambio fijo y artificialmente barato. El dólar barato no fue un detalle técnico: fue una gigantesca máquina de repartir renta comercial. Importar se volvió un gran negocio y, entre lo legal, lo informal y lo directamente pirata, millones de personas encontraron ahí trabajo y sustento. No por casualidad, las importaciones pasaron de unos 3.000 millones de dólares en 2005 a más de 15.000 millones en el auge del modelo. Fue una fiesta larga… pero no para todos por igual.

El segundo gran pilar fue la renta del gas y el petróleo. Esa plata bajó como lluvia mansa, a veces tormenta, hacia gobernaciones, municipios y universidades. Con ella se pavimentaron calles, se inflaron presupuestos y se aprendió una lección peligrosa: gastar es fácil cuando alguien más paga la cuenta.

El tercer pilar fue el subsidio a los combustibles. Gasolina y diésel baratos para todos, ricos y pobres, eficientes e ineficientes. Un regalo caro, pero políticamente rentable. Cada litro........

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