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La causa que divide

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Hay decisiones políticas que no se miden solo por su legalidad, sino por su carga simbólica y por el mensaje que envían al mundo. La política exterior del gobierno del presidente Gabriel Boric respecto de Israel ha terminado por instalar a Chile en una zona incómoda: aquella donde la crítica legítima a un Estado se mezcla con una narrativa selectiva, ideologizada y, para muchos, peligrosamente cercana a la normalización del prejuicio.

No se trata de exigir neutralidad moral ni de negar el derecho a cuestionar las acciones del gobierno israelí. Se trata, más bien, de cómo se hace, con qué énfasis y con qué silencios. Chile ha optado por una política de gestos unilaterales, declaraciones altisonantes y omisiones calculadas que, lejos de contribuir a una diplomacia responsable, han erosionado su credibilidad como actor equilibrado en el concierto internacional.

El retiro de embajadores, la reiteración de condenas sin contrapeso, y la ausencia de una condena igualmente firme frente a actos terroristas contra civiles........

© El Dínamo