Hay tres explicaciones para un bulo: la peor, que un comunicador mienta a sabiendas y manipule a la opinión pública en el sentido de su ideología; la poco profesional, que un periodista otorgue credibilidad a unas fuentes que no la merecen, por descuido o por mandato; la habitual, bajar la guardia, apagar la sospecha y repetir lo que todo el mundo dice y no es cierto. En este sentido, no creo que haya mucha gente que pueda dar lecciones categóricas. Yo, desde luego, no puedo.
En 2023 publiqué un bulo. No es el único en mi carrera, pero sí uno de los más lamentables. Yo había leído en Newsweek un artículo sobre las cuentas del movimiento Black Lives Matter que remitía a un informe de un think tank republicano con toneladas de información falsa. Según el documento, las donaciones millonarias de las principales empresas del planeta convertían a BLM en una de las causas más lucrativas de la historia. Escribí un artículo de opinión en El Periódico de Cataluña y no pasaron muchas horas hasta que un usuario de Twitter me desmintió.
Este usuario había hecho el trabajo que no hice yo: desconfiar de Newsweek por lo estrambótico del montante atribuido a BLM y bichear línea por línea el Excel que recopilaba estas supuestas donaciones. Descubrió que todas ellas remitían a links rotos o vacíos. Era un bulo como una casa. Cuando leí el hilo del usuario, sentí sudores fríos. La tentación de esconderme debajo de las piedras era poderosa.
Constatar que la has cagado exige tragar sapos, hacerte responsable porque no lo has sido. Escribí a la redacción del medio y les pedí que incluyeran un desmentido al final del artículo con link al hilo de Twitter, y publiqué otro más en el que pedía perdón por mi error y lamentaba haber traicionado la confianza de mis lectores.
Tuve tiempo para pensar y llegué a la conclusión de que había dado credibilidad al bulo y lo difundí alegremente por dos razones: la más disculpable, que este fake estaba muy bien montado y yo bajé la guardia; la más grave, que el bulo alimentaba mi idea preconcebida de Black Lives Matter como una mafia moralista. Y sigo pensando que lo es, pero desde luego esta no era una prueba.
Lecciones vendo
En La Sexta dan un programa que se llama Conspiranoicos y que presume de ser un bastión contra los bulos y la desinformación. Allí se señala directamente a los colaboradores de otras cadenas. Tienen una mesa de debate en la que participa un montón de gente que está de acuerdo. Ahí hay gente que se plegó al relato de que el coronavirus no exigía, por ejemplo, cancelar la manifestación del 8-M (paralizar el país como se iba a paralizar, pero dos semanas antes) porque aquello era como una gripe, y también gente que se pliega al relato de que el Estado estuvo presente en Valencia como un cañón desde el primer día.
¿Qué es el relato sino una distorsión caprichosa de la realidad, donde la media verdad reina sobre la ecuanimidad, para cimentar en la opinión pública una idea falsa sobre las cosas? ¿Incluimos el relato gubernamental en los bulos, o empezarían a desaparecer fuentes de financiación institucionales?
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