Tragedia humana e inacción política sin precedentes

Los liberales podemos desconfiar del Estado y buscar reducirlo a su mínima expresión (incluso, algunos de ellos, aspiran a eliminarlo). Pero eso no significa que aboguemos por un Estado torpe, ineficaz y negligente en aquellas áreas sobre las que él mismo se arroga competencias exclusivas. El caso de las tragedias humanitarias, como los devastadores efectos de la gota fría en la provincia de Valencia, son un ejemplo de ello. En otra situación, cuando el desastre no asomara por la ventana y tuviéramos a decenas de miles de víctimas completamente desatendidas, podría tener su utilidad debatir sobre cuáles son los mejores marcos institucionales para prevenir o paliar desastres como el actual, pero hoy, estos momentos, el marco institucional es el que es y con él deberemos bregar.

Y ese marco institucional, caracterizado por un Estado gigantesco que extrae regularmente ingentes recursos de la población, lleva tres días inoperativo: ya sea por actuar mal, por no actuar o por impedir que otros actúen.

Entre las malas actuaciones sobresale el fiasco de la anticipación y de la alerta temprana por parte de la Generalitat Valenciana. El presidente Carlos Mazón llegó al extremo, no ya de no informar puntualmente sobre la situación, sino de informar de manera incorrecta a los valencianos sobre el rumbo que estaban siguiendo los acontecimientos. Entre la inacción sobresale el escasísimo despliegue del ejército (apenas 500 militares de más de 100.000 efectivos) para acelerar la normalización de la situación en las zonas afectadas. Y entre la obstrucción cabe destacar el rechazo, tanto por parte de la Generalitat como del Gobierno de España, a la ayuda ofrecida tanto por particulares como por otras administraciones públicas: por ejemplo, Mazón ha reclamado a los ciudadanos que dejen de acudir a socorrer a las zonas afectadas y, asimismo, el Ministerio del Interior español ha descartado igualmente la asistencia de 200 bomberos franceses realizada por su homólogo galo. Es decir, que el Estado ni hace ni deja hacer.

Pero, ¿cómo es posible que hayamos llegado a esta situación de absoluta parálisis de la administración frente a una tragedia de esta magnitud? Los hay que sugieren que nuestro sector público lleva años siendo desmantelado y que carece de medios materiales suficientes como para contrarrestar eventos catastróficos como este. Una opinión que, a buen seguro, se habrá visto reforzada por esa ridícula petición del presidente Mazón a los españoles para que donen voluntariamente parte de sus ahorros en ayuda a los afectados por la gota fría: como si esos ciudadanos no pagaran ya más que suficientes impuestos con la presunta finalidad de poder protegerse frente a este tipo de contingencias.

Entre las malas actuaciones sobresale el fiasco de la anticipación y de la alerta temprana por parte de la Generalitat Valenciana

Pero no: nuestro Estado ya obtiene anualmente ingresos cercanos al 40% del PIB y, además, cuenta con la capacidad de emitir deuda en los mercados si, con carácter extraordinario, necesita hacer frente a algún desembolso mayor no previsto. El problema no reside, pues, en la falta de medios materiales, sino en la perversión de sus prioridades, en la incompetencia de sus gestores y en el bloqueo de la burocracia.

Primero, ¿a qué me refiero con perversión de las prioridades de los........

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