La ultraderecha sirve igual para un roto que para un descosido. De ahí la inmediata insistencia del Gobierno de España en atribuir las desagradables y condenables imágenes del domingo, en una confabulación de ultras organizados para reventar la visita del Rey y los presidentes Sánchez y Mazón a la zona cero del desastre provocado por la gota fría.
A estas alturas sería estúpido no reconocer que hay personajes de la política y del periodismo que han hecho de la hijoputez su negocio y modo de vida. Pero habría que matizar que estos carroñeros no pululan solo alrededor de un determinado espacio político. Están, como la estupidez, bastante bien repartidos. Viven encamados con la lógica del cuanto peor, mejor. Y para ellos los muertos de Valencia representan, ¡qué duda cabe!, una oportunidad. De ahí que vivan como una victoria propia que hayan corrido a bastonazos al presidente Sánchez o que una lluvia de barro enfangara también al Rey y a Mazón.
De vuelta a la ultraderecha en particular, qué duda cabe de que si el Ministerio del Interior investiga los altercados podrá encontrar simpatizantes y votantes de este espacio político. Estadísticamente ha de ser así a la fuerza. La ultraderecha ya no es algo marginal. Por tanto, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar en el que haya aglomeración de personas, va a haber entre ellas siempre algunas a las que podrán señalarse como “ultraderechistas”. Una simple cuestión de estadística. Pero no todo acto de protesta, por desafortunada y condenable que sea la forma que adopte, puede liquidarse explicándola como “cosas de la ultraderecha”.
Basta hablar con la gente que conoce la terreta (el terruño) para saber que lo sucedido no obedece a conspiración alguna. Es una explosión de rabia que tiene su raíz en algo más serio que la cizaña que algunos personajes determinados hayan podido sembrar en contra de Sánchez o de Mazón, o de ambos a la vez.
Vecinos de Paiporta explotan tras días denunciando el abandono de las institucionesLos hechos son condenables y ningún partido puede quedar al margen de esta condena explícita de la violencia, por muy comprensibles que puedan ser las circunstancias de quienes participaron en ese modo de protesta.
Pero a la hora de explicar sus causas, es de chiste que se pretenda recurrir al argumento ya gastado de apuntar a la ultraderecha, como si este comodín haya de permitirnos explicarnos todo cuanto de desagradable vaya a sucedernos a partir de ahora.
En Valencia, la gente común tradujo el abandono que ha sentido durante todos estos días en una explosión de rabia que no diferencia entre siglas
En Valencia sucedió que la gente común tradujo el abandono que ha sentido durante todos estos días en una explosión de rabia que no diferencia entre siglas. Se han sentido no sólo desprotegidos, sino también en cierto modo........© El Confidencial