Las "torpezas" de Feijóo como pretexto

Cuando la dirección del PP anunció una manifestación en el Templo de Debod para este domingo, tuve dudas sobre la pertinencia del acto (no sobre sus razones de fondo, sino sobre su utilidad práctica) y muchas más sobre el lugar elegido, apenas a 500 metros de la sede del PSOE.

Pero a continuación pensé: primero, yo no asistiría aunque la convocatoria me pareciera un acierto luminoso. Fui largamente miembro de otra cofradía y, no obstante, mi última presencia en una manifestación fue en el año 78 del siglo pasado. Segundo, desconozco la clave decisoria de una iniciativa aparentemente exótica y poco meditada, pero es seguro que esa clave existe. Tercero, ello no me impide coincidir con el mensaje político del acto: el actual Gobierno es una calamidad tóxica para España y la única vía de salida del atasco pantanoso del país es licenciar este Parlamento inservible y elegir otro en unas elecciones inmediatas.

Si se mide el resultado político del acto por la cantidad de asistentes o la calidad de los discursos, no hay en él nada extraordinario para bien ni para mal. Congregar un domingo en Madrid entre 60.000 o 80.000 personas es algo que hacen rutinariamente dos clubes de fútbol o cualquier cantante de mediano éxito cobrando precios astronómicos. En cuanto a los discursos, ninguno de ellos pasará a la historia de la oratoria política ni creo que lo pretendieran.

El éxito o fracaso de esos eventos lo mide el organizador en función del objetivo que le adjudicó. En este caso, es plausible estimar que el acto cumplió su misión, que no incluye ser recordado dentro de quince días.

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Por lo demás, resulta enternecedor leer y escuchar a gentes que, siendo acerbamente críticas con el régimen sanchista, no albergan la menor intención de votar al PP en cualquier circunstancia.

Comentan y lamentan los errores estratégicos, las deficiencias operativas y la supuesta mediocridad de Alberto Núñez Feijóo y del cuadro directivo de ese partido como si ello les doliera en el alma y les impidiera cruzar de una vez a la otra orilla. Les exigen una excelencia que nunca demandaron a otros.

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Mucho fariseo ahí. Mucha confesionalidad y concepción eclesiástica de la política. Como me dijo en conversación personal un connotado antisanchista que trataba de explicarme su voto al PSOE, "si eres católico sigues yendo a misa aunque estés contra el Papa". A lo que sólo pude responder: te comprendo, pero resulta que yo soy laico y dejé de ir a misa a los 11 años.

Las falencias de Feijóo y el PP son evidentes, pero no mayores que las de cualquier otro líder o partido en un tiempo de indigencia política generalizada. En realidad, operan para algunos al modo de un muy conveniente burladero para eludir lo que Adolfo Suárez describiría como "hacer normal en la urna lo que ya es normal en el pensamiento".

Sobran las excusas de campanario. Basta afirmar con aplomo, como hace el oficialismo, que cuatro años más de Sánchez en el poder, con sus compañeros de viaje y su mochila de corrupciones y destrozos institucionales, se consideran preferibles a la alternancia democrática en el Gobierno. Ciertamente, resulta difícil sostenerlo con argumentos no mercenarios; pero, al menos, es un criterio político que puede discutirse como tal. Lo otro no pasa de ser un voluntarioso acto de fe o de mera autodefensa biográfica, refractario a un abordaje racional.

Hay........

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