Cada vez es más repetitivo el argumento de que una o varias organizaciones criminales están operando en el Congreso. Muchas de las acciones de los congresistas propician estas alegaciones, pero aun así considero que se sobredimensiona las capacidades de los legisladores atribuyéndoles grandes liderazgos o aptitudes de articulación a favor o en contra de determinadas agendas.
Para los que siguen los debates en comisiones o en el pleno, es fácil identificar la incapacidad de los parlamentarios para articular o apalancar ciertos temas. Son más los gritos –y las filtraciones de audio– que el debate o las maniobras estratégicas. Por el contrario, lo que vemos constantemente son negociaciones muy evidentes y burdas, actores muy identificables y más fracasos que logros.
Estamos frente a un panorama........