Es ya un lugar común señalar que una parte del Congreso responde a intereses de economías informales o ilegales. Otros grandes grupos organizados, como los docentes de escuelas públicas o los trabajadores CAS, también saben ejercer presión para inclinar el sentido de los votos al final del día. Incluso coaliciones más pequeñas y poco presuntuosas, como las peluquerías, pueden hacerse de grandes victorias. A estas alturas, el Congreso se ha convertido en la principal fuente de inestabilidad y debilitamiento institucional del país.
Y, si bien lo más cómodo es seguir pegándole a una institución que ya tiene una aprobación ciudadana de un solo dígito, hay conceptos que se han ido tejiendo a lo largo de estos ataques que, más que aclarar el panorama, contribuyen a enturbiarlo. Quizás el más pernicioso es la idea de una “dictadura congresal” o expresiones de similar tenor que sugieren un monolito político que atraviesa curules. El término no solo es un exceso verbal, sino que resulta forzado endilgárselo a un grupo de 13 bancadas de 120 personas diferentes y........