Los Juegos Olímpicos son un escaparate para dar a conocer una gran variedad de disciplinas deportivas que habitualmente no tienen la suficiente cobertura mediática para difundirse. Un ejemplo es el taekwondo, que precisamente suele obtener buenos resultados en forma de medallas. Y en Segovia tenemos al equipo RM-Sport Innoporc, bien dirigido por el maestro Raúl Maroto, que está consiguiendo muy buenos resultados en los campeonatos que disputa. En el último, en la VI Copa Santa Isabel, sirvió para que los más jóvenes se trajeran a casa dos oros y tres bronces.

Un deporte el taekwondo que, como arte marcial que es, se valora el control, la coordinación y la fuerza, respetando una normativa que implica que los contactos tengan una repercusión mínima en los participantes. Por esta razón se utilizan protecciones en las zonas sensibles del cuerpo y se castigan los golpes malintencionados o peligrosos para la salud del oponente.

Sin embargo, cercano a esta disciplina, se está poniendo de moda un deporte que dicen es la conjunción de varias artes marciales, pero que en el fondo es una pelea donde se permite hacer casi de todo. La UFC, sociedad de responsabilidad limitada, que promueve eventos multitudinarios de esta actividad, con gran cobertura mediática, ha encontrado un filón para hacerse con abundantes beneficios económicos. Esta atracción por observar a dos luchadores cómo se dan golpes de todo tipo, viéndoles en muchos casos chorrear sangre, parece una promoción poco educativa. Los competidores pueden sufrir lesiones graves, incluyendo conmociones cerebrales, fracturas y daños permanentes en órganos.

Mientras que el taekwondo, y otros deportes de lucha, buscan dominar al adversario mediante técnicas controladas, en la UFC se normaliza y glorifica la violencia, se desensibiliza a las personas hacia el sufrimiento humano y fomenta actitudes agresivas. En contradicción con lo que establece la Ley del Deporte (2022), que indica que éste es un eficaz vehículo de transmisión de valores.

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