No hay ser humano sobre la tierra que recuerde el profundo silencio que nos envuelve durante los meses de gestación en el seno materno y en los que además de alimentar nuestro cuerpo e incluso moldear nuestro espíritu, nos prepara para iniciar nuestra existencia individual cuando lo abandonamos. Ya durante la infancia ¿quién no recuerda los cuidados amorosos de nuestros padres ante un estado febril alarmante, una tos desbocada o las habituales visitas al pediatra para las vacunas, inyecciones u otros exámenes rutinarios? Lo normal entonces, era acudir al médico para poner remedio a esa brecha en la cabeza, producto de algún juego o de alguna riña colegial que en nada se parecía a la desatada violencia que hoy se sufre en algunos colegios y en las redes sociales. Seguíamos protegidos debido a nuestra aún fragilidad........