Alegría compartida

¿A quién de nosotros no le gusta que hablen bien de él? Cuando los demás nos alaban, halagan nuestros oídos, indefectiblemente surge un gusto dulce a nuestro sentir, aumenta nuestra propia estima, tendemos a creerlo. Creo que esto no es malo en principio, pero esconde un riesgo. El de acostumbrarnos y buscar siempre que los demás hablen bien de nosotros y nos alaben, que nuestra alegría se fundamente en la fama, la gloria, que recibimos de los demás. Y esa es una alegría solitaria y, por tanto, fútil.

El Evangelio según san Lucas nos habla de un momento muy escandaloso de la vida de Jesús. A estas alturas él ya era muy conocido, su predicación había alcanzado a muchos y había mostrado la fuerza de Dios en él a través de diversos diálogos. Pero entonces empieza a jugarse su fama, ya algo maltrecha por las disputas con los fariseos. Jesús empieza a anunciar el Reino y a juntarse a comer, no principalmente con personas “buenas” y “respetables”, como los fariseos, sino también con “pecadores”,........

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