Dice mi querida amiga, Araceli Fernández, que la vida andada ha venido revirada y un tanto proterva. Acostumbrados a tener siempre un final feliz rodeados de dificultades inherentes, Araceli se disgusta pensando en que aquello no sea más que otro artificio del acaso contra el que nada se podrá hacer. Las circunstancias que nos definen, bien lo sabía José Ortega y Gasset, suelen mostrar un sendero complejo metido entre raigones descarnados, cárcavas secas y escorrentías irredentas pergeñadas en un bosque que poco o nada de interés ha de tener en los que por sus claroscuros transitamos.
Sorprendentemente, Araceli no parece sufrir mella alguna en su triste y determinado optimismo. Sonrisa en ristre y lengua nunca mendaz, mi amiga afronta el mañana con la certeza de que el hoy ya llegado es inamovible, siendo el postrer acaso lo que nos habrá de dar una oportunidad, por muy nimia que ésta esa. Vamos, que Araceli soporta lo que le echen, con tal de que haya un beneficio que recoger. Así ha logrado llegar hasta este percal, sobreviviendo a lo que le toque, sin perder un ápice de esa actitud que todos le envidiamos.
Puede que haber crecido en el toledano pueblecillo de Santa Cruz del Retamar haya tenido mucho que ver con su actitud. Este que suscribe, metido toda su infancia entre los meandros altos del Eresma y el murallón insostenible del Guadarrama, entiende de que va todo esto. Suspirando por un mísera oportunidad de sacudirse el polvo del camino, el serrín del serón roñoso y ese sabor que deja........