Memorias de un meteoadicto, por José Luis Escudero.

Memorias de un meteoadicto, por José Luis Escudero.

Miércoles, 27 noviembre 2024, 07:42

Buenos días, amigos de la meteo. Me llamo José Luís Escudero Gallegos, nací en Málaga en la Calle Ancha del Carmen y por lo que me contaban mis padres, mi afición a la meteorología me viene desde muy pequeño, pues parece que cuando había tormenta o llovía me empeñaba en salir a la calle y hasta que no me sacaban no se me pasaba el berrinche. Con tres añitos ya me gustaban las tormentas.

A los diez años, cuando cayó un rayo sobre el Colegio Menor Mediterráneo y el estruendo del trueno rompió los cristales del aula, fui el único alumno que no solo no lloró, sino que además, según le contó el profesor a mis padres, me puse contentísimo, curiosamente a mi padre también le encantaban las tormentas.

Con esa edad tuve el mejor regalo de Reyes que he tenido hasta ahora, mis padres me regalaron un prismático de mucho aumento. Lo primero que hice fue bajar a la calle y mirar a la Sierra de las Nieves, me quedé asombrado cuando vi tan cerca la nieve. También lo usaba para ver los cumulonimbus. Con 65 años que tengo aún lo conservo.

Mi adolescencia transcurrió entre Málaga y Sevilla, donde le perdí la cámara de fotos a mis padres, intentando documentar el desbordamiento del Guadalquivir en el puente de hierro de San Juan de Aznalfarache, Sevilla, donde vivía por entonces.

Entre mirar al cielo, devorar todo libro de Meteorología que caía en mis manos y no perderme el parte de Mariano Medina, en la televisión de entonces, pasaba los días. Bueno, exagero, también me dio tiempo a dejar embarazada a mi novia, Susi, por lo que tuve que decir adiós a mi juventud y saltar a las responsabilidades de un adulto con 18 años.

Entré a trabajar en el recién inaugurado Corte Inglés de Málaga, y claro mi dinámica cotidiana cambió, aunque no por eso dejaba de mirar al cielo cada vez que pasaba por las cristaleras de los escaparates. Aunque con chaqueta, corbata y la cinta métrica, para tomar las tallas y las composturas, seguía con mi meteomanía. Es verdad que me sentía un poco bicho raro entre mis compañeros, puesto que nadie compartía mi afición.

Así transcurrió gran parte de la década de los ochenta, hasta que en noviembre de 1989, avisé con suficiente tiempo a mis compañeros de trabajo del diluvio que iba a caer en Málaga. Los........

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