Generalmente, y sin decirlo de forma explícita, las personas tendemos a polarizar y a poner extremos a la hora de valorar o describir a los demás según sus diversas condiciones, cuerpos, actitudes o situaciones: No es extraño oír que a otros les llamamos afortunados o sufridos, felices o tristes, saludables o enfermos, miedosos o corajudos, gordos o flacos, violentos o pacíficos, y triunfadores o fracasados, entre otras muchas descripciones.
Paradójicamente, sin considerar que estas peligrosas señalizaciones pueden ser injustas, incomprendidas, prejuiciosas, irrespetuosas y hasta ofensivas, también somos objeto de estas estigmatizaciones o burlas, bien de quienes son cercanos o de quienes nos ven o nos tratan por primera vez… y solo cuando nos sentimos indebidamente calificados es que caemos en cuenta de lo incómoda e insana de la situación, y aprendemos a ponernos en los zapatos del otro para comprenderlos........