Sería 1995. En uno de los viales adoquinados del centro de Ámsterdam por los que los coches y las bicis circulan junto a los canales, el Volvo 340 se quedó tieso. No había manera. Mi apuro era monumental, mientras veía por el retrovisor cómo la fila crecía detrás de nosotros. Nadie pitó ni una sola vez. Un señor mayor bajó de su vehículo y me propuso tirar del mío con una soga industrial de calidad y perfectos mosquetones y grilletes: él lo hizo todo, tras colocar su coche delante del mío con una maniobra que yo, atribulado, no hubiera imaginado. Me dio jalón y velocidad, metí la segunda, el viejo sueco arrancó, y la vida siguió su........