Octavio Jelambi | Trujillo en mis recuerdos 1931 – 1935 | Por Alí Medina Machado |
TRUJILLO EN MIS RECUERDOS
1931 – 1935
Octavio Jelambi
1976
PRESENTACIÓN
Para la presentación de este opúsculo del Ingeniero Octavio Jelambi, acudo a lo que sobre él asienta el también Ingeniero Francisco Omar Araujo, en su importante libro “Trujillo entre letras y letrados”. Allí en una ficha bio-bibliográfica que lo identifica, aparece señalado el Ingeniero Jelambi en sus rasgos más sobresalientes; entre otros, que es nativo de Betijoque, donde nació el 22 de julio de 1914, Ingeniero Químico, graduado en Bélgica, fue profesor titular universitario, en la UCV, Caracas; dedicó su vida a la ecología y a la conservación de los recursos naturales, hizo estudios de conservación del lago de Valencia y del de Maracaibo; Individuo de Número de la Academìa de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales; condecorado por sus méritos y de vastos aportes a la ciencia y la vida venezolanas.
Otro cronista trujillano, el señor Gilberto Quevedo Segnini, también habló sobre la personalidad intelectual del Ingeniero Jelambi. Fue con motivo de la incorporación como Miembro Correspondiente del Centro de Historia del Estado Trujillo, en el año 1975. Allí le tocó a Don Gilberto pronunciar las palabras de presentación, en las que refirió algunos rasgos biográficos de su presentado, como que, en 1931 ingresó a estudiar bachillerato en el Colegio Federal de Trujillo, que provenía de estudiar su primaria en los colegios La Salle de Barquisimeto y salesianos de Valera. Se graduó de bachiller en 1935, fue a estudiar en Europa, Bélgica, donde se graduó de Ingeniero Químico, al regresar al país, hizo estudios de Licenciatura en Química en la Universidad Central de Venezuela. Destacado como funcionario técnico de alta especialización, académico, delegado, conferencista. El Doctor Jelambi fue premiado con diversos reconocimientos, recibió condecoraciones tanto en Venezuela como en otros países.
Al leer el Currículum Vitae del Ingeniero Octavio Jelambi uno lo mira como ejemplo de ciudadano que supo cultivar y accionar la vida con sentido científico-humanístico. Se admira de las grandes actividades en que participó con responsabilidad y entrega; de su brillante y exitosa trayectoria; de sus estudios a nivel local, nacional e internacional: de su sólida actividad académica hasta culminar en lo más alto una docencia universitaria; miembro de instituciones y organizaciones del país y del extranjero; organizador de congresos y eventos de honda significación; delegado en eventos nacionales e internacionales. Pero fue también el doctor Jelambi un incansable escritor, poseedor de una variada gama de trabajos publicados en libros, folletos, revistas, periódicos y otros tipos de publicaciones, que han servido para acrecer su nombre ante generaciones venezolanas y de otros lugares.
Dijo Quevedo Segnini, lo siguiente: “Y también hoy el Doctor Octavio Jelambi que se desdobla de científico nos retro lleva de paseo por un Trujillo de acuarela y nos conduce por el poblado sempiterno que se nos escapa y que no queremos y no debemos dejar ir, que se nos diluye en liquidez seudo-modernista que cubre con desolados propósitos los valores eternos de su tradición, a los que todos estamos obligados a apuntalar con trabajos como el de Jelambi para que resista los vientos arrasadores que pretenden borrar su acervo de tradición y de cultura.”
Para Ediciones “AMeMa”, es un orgullo y una satisfacción ofrecer la segunda edición y actualización de este importante trabajo de crónica sociohistórica sobre la ciudad de Trujillo.
Voy a hablar del Trujillo de los años treinta, de aquel el pueblo de las grandes tertulias, de ese grupo de amigos que solían reunirse unos en una esquina, otros en el portón del zaguán para afuera, de una casa cualquiera.
Como las más notorias, por calidad y número, debemos señalar con nombre y apellido, las de Rafael Ramón Rodríguez, Fabricio Gabaldón, Ramón Briceño Perozo y Martín Márquez. Esta última contaba además con la excelente ayuda de José Rosario, quien cumplía parsimoniosamente su trabajo de “maestro de ceremonias”.
De política criolla poco o nada se hablaba, pues en aquellos años, del 30 al 35, los más aficionados estaban bien guardados, y los otros eran amigos de la causa en cuestión o personas discretas sin ninguna opinión.
Pero en cambio los grandes problemas del mundo y también sus secuelas eran allí tratados, muy bien analizados y hasta solucionados.
Por supuesto que aquellos otros temas, con énfasis en problemas de faldas, fueron comidilla obligada de una y otra velada.
De allí se encaminaban los fines de semana, a ver una película en un Teatro que había sido una Iglesia, y más bien otras veces a la plaza Bolívar para oír la Retreta con la Banda que feliz dirigía........