La cristalización de la elegancia personalizada. Como un lord inglés que además ejerce, sin estridencias, de librepensador. Distinguido y estiloso. Tanto en el fondo -todo un decálogo andante de las buenas maneras- como en las formas -jamás sacó los pies del tiesto ni fue pillado en el renuncio de una palabra ni malsonante ni más alta que otra-. Era hombre legitimado por su auctoritas -que es reconocimiento no ligado, per se, a cargo alguno-. Puro Derecho Romano. Nos referimos al cofrade de leyenda Ignacio. Don Ignacio Rodríguez Leonardo, mirada clara y pelo cano. Abrigo largo. Corbatas a la última. Conjuntado a la carta. Sin pretenderlo ni ufanarse de ninguna vocinglería, hablaba despacio e, ipso facto, sentaba cátedra. Era -además de generoso en sonrisas- una enciclopedia de labios diminutos, como de comisuras apretadas, y conversación propia de los siete sabios de Grecia en versión gloriosas tradiciones cofradieras y jerezanas. La nostalgia de las céntricas iglesias de Santo Domingo y San Pedro -y de sus cofrades, que son suma de familias- enseguida se activa con efecto retroactivo. El legado de Ignacio ha impreso carácter en sendas instituciones del Jueves y........