A menudo gravita sobre la ciudad una ambientación muda que estrecha las manos de lo hiperbóreo y lo meridional. En un pispás el mutismo se torna charla. El silencio a su vez se disuelve con la conversación de honda raíz española. No hay más que atender de reojo -y no hacer oídos sordos- a los diálogos de filosofía del saber popular -léase antiguo bachiller de la calle- cuyas sentencias parecen dictadas por el mismo Eratóstenes -tercer director de la Biblioteca de Alejandría- que surgen en derredor -mesas más próximas- durante nuestro habitual desayuno en el bar de costumbre. Uno no peca de entrometido: más bien la escandalera del vocerío induce a la agudeza de la observación. Yo, como cantara Aute, sólo “pasaba por aquí”. Jerez no malgasta las mañanas tal si fueran “triviales como un baile de máscaras”, que escribiera Sabina. Bien mirado -¡y mejor visto!- aquel jerezano que posee una intuición sapientísima no descuida la huella del entretiempo. Y, con Blas de Otero, indistintamente se encuentra “nadando y escribiendo en diagonal” mar adentro o bajo noches de frescor y asomos de insomnio. Otros duermen a pierna suelta, que es posición de conciencia en paz.
Hemos saltado -a la comba- de las precipitaciones -de agua con barro- en Semana Santa a la precipitación........