Bergoglio supo desde el minuto uno de su pontificado que la cosa iba a ser difícil y áspera. Comenzó pidiendo oraciones a los fieles congregados en San Pedro en una llamada de auxilio al pueblo de la propia Iglesia. Venía para dar pasos adelante en un mastodonte de organización que gobierna millones de almas y que mirabas más atrás que hacia adelante.
Y realmente la realidad no ha hecho más que confirmar las enormes dificultades que entrañaba esta tan necesaria puesta al día de una institución varias veces milenaria que se resiste a los cambios acodada en el ‘siempre se hizo........