Nada como Nochebuena y Navidad para preñarnos de buenos deseos. Son días en el que el buenismo lo invade todo, lo impregna de un sabor dulzón, en el que no cabe otra cosa que la sonrisa, el corazón abierto y la voluntad del acuerdo por encima de cualquier concepto que el resto del año es habitual y común, pero que por unas horas se aparca en la búsqueda de lo correcto, de lo amable y de la bondad bien entendida. Hasta aquellos que guerrean por un trozo de tierra o tratando de imponer sus ideas por encima de las demás, aparcan rencillas, silencian los cañones, los aviones se quedan en el hangar y las bombas dejan de matar.
Tristeza infinita durante 364 días al año y una tregua de horas que alivie conciencias,........