La mejor manera de ensanchar considerablemente nuestros conocimientos, nutrir nuestra -casi siempre- desprovista, deteriorada y raquítica inteligencia, dotar a nuestro espíritu de mayor sensibilidad y alcanzar cierto grado de elevación de ideas, consiste en estregarse a la lectura y estudiar como si fuéramos cartujos encerrados en nuestra pieza conventual.

Es cierto que, las exigencias del mundo, las permanentes agitaciones de la vida social y sus complicaciones inherentes, impiden que podamos imitar al monje contemplativo y retirarnos al claustro monacal, o vivir como lo hizo nuestra muy admirada sor Juana Inés de la Cruz, entregándose a la erudición en su celda, “poniendo riquezas en su entendimiento y no su entendimiento en las riquezas”.

Es cierto también, que, las infinitas novedades y el programado sistema de generación de distracciones que ofrece el mundo, dificultan aún más, la condición del lector y del estudioso, pero siempre permanecerá, como aliado nuestro, la férrea voluntad de despreciar abiertamente los pobres ofrecimientos del mundo contemporáneo, y con plena conciencia, rechazar las mediocridades y el elogio de la fealdad, que impone nuestra decadente sociedad.

Dentro de la extensa y casi inacabable filmografía de D. W. Griffith, hay una destacable escena en el film Los mosqueteros de Pig Alley de 1912, en el que vemos en una congestionada plaza, a un anciano de barba, examinando un libro con máxima atención. En medio de un ruido espantoso, el anciano es capaz de sumergirse en el libro, leer sin alteraciones y estudiar la obra que lo ilustrará. Esta escena, es sin duda, un elogio de la belleza.

Sobre el estudio por Alejandro Martorell (OPINIÓN)

Sobre el estudio por Alejandro Martorell (OPINIÓN)

La mejor manera de ensanchar considerablemente nuestros conocimientos, nutrir nuestra -casi siempre- desprovista, deteriorada y raquítica inteligencia, dotar a nuestro espíritu de mayor sensibilidad y alcanzar cierto grado de elevación de ideas, consiste en estregarse a la lectura y estudiar como si fuéramos cartujos encerrados en nuestra pieza conventual.

Es cierto que, las exigencias del mundo, las........

© Diario Correo