Si el de adelante no alcanza la liebre… el de atrás menos

La sentencia parece escrita para el momento político que atraviesan hoy los partidos de la llamada oposición en México. 

En días recientes, dirigentes del PRI, del PAN y de Movimiento Ciudadano han elevado el tono, se han envalentonado en declaraciones públicas y juran que derrotarán a la maquinaria morenista y a la llamada Cuarta Transformación en cualquier elección que enfrenten, particularmente rumbo a 2030.

La pregunta es obligada y brutalmente sencilla: 

¿es eso posible compitiendo cada uno por su cuenta?

El peso de la historia reciente

Desde el año 2000, cuando Vicente Fox derrotó al PRI tras más de 70 años de hegemonía, México ha vivido una etapa de alternancias presidenciales que, lejos de consolidar un sistema equilibrado de partidos, terminó derivando en una nueva forma de predominio político.

Los datos son elocuentes:

En 2000, el PAN ganó con 42.5 %, pero sin mayoría absoluta.En 2006, el triunfo panista fue marginal: apenas seis décimas de diferencia.En 2012, el PRI regresó a la presidencia sin romper el techo del 40 %.En 2018, Morena irrumpió con más del 53 % de los votos.En 2024, repitió y amplió la ventaja, rozando el 60 %.

Nunca, en la etapa democrática reciente, un partido había logrado lo que Morena consiguió en 2018 y 2024: ganar con mayoría absoluta frente a todos los demás candidatos sumados.

Ese dato, más que cualquier discurso, define el tamaño del problema.

La ilusión de la competencia en solitario

Pese a esta realidad, los liderazgos opositores actúan como si el contexto no existiera. El PRI, profundamente debilitado tras perder su antiguo aparato territorial; el PAN, cuya gloria presidencial duró apenas dos sexenios; y un Movimiento Ciudadano que nunca ha probado la victoria presidencial, insisten —cada uno— en presentarse como alternativa suficiente por sí misma.

Los números contradicen esa narrativa.

Hoy, ningún partido opositor supera de manera sostenida el 20–25 % de intención de voto........

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