Debe ser que estoy “chapado a la antigua”, que mi pensamiento pertenece a la era analógica y no a la actual coyuntura digital. Por eso hay situaciones que me siguen sorprendiendo, aunque analizadas con un poco de sosiego, son de lo más naturales.
El pasado martes acudía hasta el hospital universitario de Cruces en una de mis visitas rutinarias de “chapa y pintura”. La explanada de acceso al recinto sanitario es una atalaya inmejorable para contemplar la diversidad poblacional de nuestra sociedad. Basta detenerse unos minutos en un costado de la plaza y contemplar el paso de la gente para ser consciente de la multiculturalidad instalada entre nosotros. Por aquella ágora, en un tiempo muy limitado, podremos ver a vascos nativos y allegados. Monolingües y bilingües. Viejos achacosos y ancianos deportistas que ejercitan sus cuerpos. Jóvenes estudiantes y representantes de tribus urbanas de todo tipo. Poligoneros y chonis. Viejunos y postmodernos. Viandantes ensimismados en móviles que sujetan como si de una tostada de pan se tratara y correcaminos en patinete que salen de cualquier sitio. Negros exuberantes y ruidosos. Niños llorosos y bebés simpáticos. Musulmanes silentes que envuelven su personalidad bajo un hiyab o un pañuelo. Sudamericanos y gitanos agrupados en tropel. Gente que acude al centro de salud o que simplemente son vecinos de un populoso barrio de la urbe industrial vizcaína. Exponentes de etnias y culturas singulares. Vascos y vascas tradicionales y nuevos. Todos pasan por allí, como si aquel lugar fuera un punto de encuentro de la ONU. Cada cual con sus problemas e inquietudes a cuestas. Y con una normalidad -bendita normalidad- que se repite a diario.
En ese observatorio tan peculiar en el que la diversidad no llama la atención, mi sentido de percepción de la realidad se vio extrañamente sorprendido a principios de semana. Me dirigía a la salida del recinto sanitario cuando en el trayecto descendente del edificio el ascensor se detuvo. Las puertas se abrieron accediendo al mismo una familia compuesta por una joven pareja -pasada la treintena-, un bebé de corta edad (acomodado en una sillita) y otro niño al que, en un primer........