LA HABANA, Cuba. — Las firmas de apoyo a la reciente declaración convocada por la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC) para negar la represión en Cuba muestran la amoralidad del cuerpo de intelectuales afines al régimen. Peor aun cuando varios de los rubricantes una vez fueron víctimas de la dictadura castrista, reprimidos, parametrados y condenados al ostracismo.
Uno de ellos es Antón Arrufat. Hombre de teatro, culto y brillante, hace poco más de medio siglo atrás fue marginado y excluido. Su obra Los Siete contra Tebas (1968) irritó tanto al régimen como el poemario Fuera del Juego, de Heberto Padilla.
En su ensayo titulado El 71, anatomía de una crisis, un texto demasiado parcializado a favor del régimen, Jorge Fornet refiere que a finales de la década de los 60´ y comienzos de los 70´ “hubo un estado de sospecha a partir de una ideología que fomentó el antiintelectualismo y subordinó el discurso literario y artístico al gesto político”.
De esa manera, se dio vuelta de rosca a aquello de “con la revolución todo, contra la revolución nada”. Fue la UNEAC, manejada por el poeta Nicolás Guillén en plan de comisario y otros adláteres castristas, el garrote vil utilizado para amedrentar, humillar y criminalizar a los creadores que incomodaban al régimen.
La sanción a Arrufat fue enviarlo a una biblioteca municipal, la de Marianao, a limpiar pisos y cargar libros durante nueve años.
Eduardo Heras León, en castigo por haber escrito Pasos sobre la hierba, fue enviado a trabajar a una acería y se le impidió continuar los estudios universitarios.
Rogelio Martínez Furé tuvo que presenciar cómo el teniente Quesada quemaba los muñecos y títeres del Guiñol que representaban a orishas y personajes de los patakines.
Las opciones de las víctimas eran el exilio o resignarse a llevar una vida de hinojos. Algunos, como en la pieza de Christopher Marlowe “La trágica obra del Dr. Fausto”, pactaron con Mefisto, el subordinado de Satanás encargado de captar las almas.
Años después, ya rehabilitados y algunos hasta con el Premio Nacional de Literatura, esa misma UNEAC que ayer los castigó los convoca nuevamente, a través de otros comisarios —el de turno es Luis Morlote Rivas—, a la apostasía.
Antiguos represaliados entregan hoy gustosos su ofrenda de lealtad al poder. De hinojos, humillados, aceptan firmar cuanta declaración les ponga el régimen en sus manos.
Nancy Morejón, Gerardo Fulleda, Lina de Feria o Miguel Barnet, fueron siquitrillados en los sesenta por publicar en Ediciones El Puente, sello al que acusaron de ser centro de un Black Power cubano y tener una estética intimista, egoísta, hermética y existencialista; cuando en realidad el escándalo se produjo porque aquel círculo de intelectuales era visto como un nicho de negros, homosexuales y disolutos. Pasó el tiempo y pasó un águila sobre el mar…
Aprendida la lección de miedo y despojados de fe, los represaliados de ayer -según el nivel de adhesión- fueron escalando, ganando premios y ocupando posiciones. Pero llegó el tiempo de cobrar y ahí están sus firmas de apoyo a la represión de la Primavera Negra de 2003, de condena al Movimiento San Isidro, de apoyo a la represión contra el pueblo durante y después del 11J.
Gustosos le hacen el coro al oficialismo hablando de “manipulación mediática” y condenando el embargo norteamericano, al que culpan de todos los males habidos y por haber. Son la versión más refinada del mal, con una racionalidad y una lógica en la que atrapan a otros artistas que siguen sus designios torcidos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono 525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.
Intelectuales, pero sumisos y amorales
LA HABANA, Cuba. — Las firmas de apoyo a la reciente declaración convocada por la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC) para negar la represión en Cuba muestran la amoralidad del cuerpo de intelectuales afines al régimen. Peor aun cuando varios de los rubricantes una vez fueron víctimas de la dictadura castrista, reprimidos, parametrados y condenados al ostracismo.
Uno de ellos es Antón Arrufat. Hombre de teatro, culto y brillante, hace poco más de medio siglo atrás fue marginado y excluido. Su obra Los Siete contra Tebas (1968) irritó tanto al régimen como el poemario Fuera del Juego, de Heberto Padilla.
En su ensayo titulado El 71, anatomía de una crisis, un texto demasiado parcializado a favor del régimen, Jorge Fornet refiere que a finales de la década de los 60´ y comienzos de los 70´ “hubo un estado de sospecha a partir de una ideología que fomentó el antiintelectualismo y subordinó el discurso literario y artístico al gesto político”.
De esa manera, se dio vuelta de rosca a........
© Cubanet
visit website