LA HABANA, Cuba. — El 15 de enero, según la mística castrista, se celebra el “Día de la Ciencia Cubana” para conmemorar el discurso de ese día del año 1960 en que Fidel Castro dijo: “Cuba debe ser en el futuro un país de hombres de ciencia y pensamiento”.

El grandilocuente y megalómano Comandante inauguró universidades y centros científicos que, según él, ubicarían a Cuba al más alto nivel. Seríamos, dijo, capaces de producir tanta leche que llenaría la Bahía de La Habana, más mantequilla que Holanda, y ganaríamos más de 3 000 dólares de salario mensual.

Hoy, los niños mayores de siete años no pueden tomar leche, no hay mantequilla en el mercado, y el salario promedio mensual no supera los 50 dólares mensuales.

Recientemente, el gobernante designado, Miguel Díaz-Canel, en una reunión con científicos se preguntaba: “¿Cómo logramos construir esa conciencia de que hay que ir a la investigación científica, a la innovación que es el objetivo del sistema de ciencia e innovación como pilar de la gestión del gobierno?”

La respuesta a esa pregunta está en el refranero popular: “Una cosa piensa el bodeguero y otra el cliente”.

¿Qué pasa con los centros de investigación científica, como el de la caña de azúcar, el del ganado vacuno, pastos y forraje, por solo citar algunos?

El Centro de Gestión de Información y Desarrollo de la Energía (CUBAENERGÍA), enfocado en los sistemas electro energéticos de la Unión Eléctrica e investigaciones básicas y aplicadas, no evitó que no se le diera mantenimiento a la “malla Faraday”, protectora de la base de supertanqueros en Matanzas, y todos sabemos el final del cuento de la caída del super-rayo y el incendio consiguiente en el mes de agosto del pasado año.

El Instituto de Ciencia Animal, fundado en 1965, se dedica al desarrollo de la ganadería cubana. Pero, ¿de qué desarrollo de la ganadería se puede hablar si no hay vacas ni toros y hasta los mugidos están racionados?

¿Qué quedó del plan genético Niña Bonita? ¿Y de las vacas F-1, F-2 y F-3 (la F por Fidel), ese cruce de las razas Holstein y Cebú, que daría una vaca superior, representada en Ubre Blanca, aquella líder de la asociación de vacas amigas de Mozart, Schubert y Carrier (por lo del aire acondicionado)? Ahora no hay ni un vasito de leche, ni una lasquita de carne.

El Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar (INICA), creado en 1964, estudiaba las tecnologías, equipos y servicios para las necesidades del cultivo de la caña de azúcar.

¿Y de que sirvieron los consejos de Mongo Castro de cortar la caña a tres trozos si ahora solo hay caguazo?

En la zafra de 1952, a mocha y con carretas tiradas por bueyes, se produjeron ocho millones de toneladas. En las zafras de los últimos años a duras penas se sobrepasa el millón de toneladas, y a veces ni eso.

Hemos pasado de primer productor de azúcar a importar azúcar para poder dar tres libritas al mes a cada cubano por la libreta de racionamiento.

Hace doce años, cuando Díaz-Canel, el presidente designado, era Ministro de Educación Superior, anunció que se habían graduado un millón de estudiantes universitarios.

¿Cuántos graduados hay ahora? ¿Dónde están? ¿A donde fueron esos graduados universitarios, Máster y Doctores en Ciencia? La mayoría fueron víctimas del “robo de cerebros” de los países capitalistas desarrollados; o más bien fueron actores de una gozosa fuga de cerebros que ahora enriquece a Miami, Montreal, o Londres, con ingenieros, paramédicos, físicos y agrónomos.

De los miles de graduados del Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de Bayamo solo quedan tres en Bayamo. Uno es vigilante nocturno y los otros dos ahogan sus penas en la barra del Bar Saltapatrás, añorando lo que pudieron ser y no fueron.

Estoy a favor de la innovación y la ciencia. Sugiero al presidente designado que en vez de repartirse doctorados entre él y su esposa (nada más oportunista, dada su posición), dé espacio a los científicos empíricos, esos que generan lo que el pueblo necesita.

¿Como es posible que un talabartero, un ponchero o un alquimista sin libro provean de queso a los más distinguidos restaurantes privados de La Habana desde su escondrijo en un marabuzal usando una lavadora doméstica, sostengan el sistema privado de transporte público con los almendrones, o fabriquen pintura contra la corrosión, mientras que los científicos no logran cumplir sus cometidos ganaderos y lácteos, de organización y planificación del transporte, o de soluciones químicas para mejorar el acabado exterior de nuestras edificaciones?

Los científicos e innovadores son importantes, y los felicitamos este 15 de enero. Pero más importante es la libertad económica, la libertad de pensamiento, y sobre todo, la libertad para poder crear un país diferente, mejor.

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QOSHE - Cuba: mucho invento y poca ciencia - Víctor Manuel Domínguez
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Cuba: mucho invento y poca ciencia

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16.01.2023

LA HABANA, Cuba. — El 15 de enero, según la mística castrista, se celebra el “Día de la Ciencia Cubana” para conmemorar el discurso de ese día del año 1960 en que Fidel Castro dijo: “Cuba debe ser en el futuro un país de hombres de ciencia y pensamiento”.

El grandilocuente y megalómano Comandante inauguró universidades y centros científicos que, según él, ubicarían a Cuba al más alto nivel. Seríamos, dijo, capaces de producir tanta leche que llenaría la Bahía de La Habana, más mantequilla que Holanda, y ganaríamos más de 3 000 dólares de salario mensual.

Hoy, los niños mayores de siete años no pueden tomar leche, no hay mantequilla en el mercado, y el salario promedio mensual no supera los 50 dólares mensuales.

Recientemente, el gobernante designado, Miguel Díaz-Canel, en una reunión con científicos se preguntaba: “¿Cómo logramos construir esa conciencia de que hay que ir a la investigación científica, a la innovación que es el objetivo del sistema de ciencia e innovación como pilar de la gestión del gobierno?”

La respuesta a esa pregunta está en el refranero popular: “Una cosa piensa el bodeguero y otra el cliente”.

¿Qué pasa con los centros de investigación científica, como el de la caña de azúcar, el del........

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