LA HABANA, Cuba. — Si hablamos de acontecimientos que celebran aniversarios redondos en el actual 2023, no podemos soslayar el Tratado de Reciprocidad Comercial, que este año arriba al aniversario 120 de haber entrado en vigor. Un Tratado que había sido firmado a finales de 1902, pero que debió aguardar por la aprobación del Congreso de Estados Unidos y el Senado de la entonces joven República de Cuba.
Un asunto que se tornaba vital para el presente y el futuro de la economía cubana lógicamente provocó el debate apasionado de nuestros legisladores. Unos oponiéndose al espíritu del Tratado, mientras que otros lo consideraban muy útil para el despegue económico de la Isla, que se hallaba semi destruida tras la guerra independentista transcurrida entre 1895 y 1898.
Dos destacados intelectuales, Manuel Sanguily y Antonio Sánchez de Bustamante, fueron las principales figuras que se enfrentaron en el Senado a raíz de la discusión del Tratado. El primero se opuso tenazmente a la firma del Tratado, argumentando que se trataba de una relación desigual, pues le otorgaba a los productos estadounidenses que entraban en Cuba una mayor preferencia arancelaria que lo que Washington les brindaba a sus importaciones procedentes de la Isla. Además, Sanguily estimaba que tan estrechas relaciones con Estados Unidos dificultaría el comercio de Cuba con Europa.
Bustamante, por su parte, con una visión más realista de los acontecimientos, se manifestó a favor del Tratado al considerarlo lo mejor para la economía cubana en aquellos difíciles momentos. El entonces miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la República apuntó al respecto que “¡Pobre Cuba si en un momento de verdadera ansiedad e incertidumbre, por escrúpulos de orgullo, por no ser grande o por ser pequeña, dejamos morir, en nuestras manos, una gran esperanza de progreso y de salvación: el Tratado de comercio!” (Historia de la Nación Cubana, tomo VIII, 1952). A la postre, el Senado cubano aprobó el Tratado por doce votos a favor contra nueve en contra.
Solo con el tratamiento preferencial que Estados Unidos le otorgó al azúcar cubano —que no sería el único producto de la isla que gozaría de tal distinción— Cuba pudo dejar atrás el estado calamitoso que presentaba su economía.
Cifras aparecidas en el tomo IX del referido texto de Historia dan fe de lo anterior. En el año 1900, antes de la entrada en vigor del Tratado, la zafra azucarera cubana solo alcanzó las 300 000 toneladas. En lo adelante, y en el contexto del Tratado, la producción de azúcar aumentó ostensiblemente durante el primer cuarto de siglo de la República: un millón 52 mil toneladas en 1904, un millón 817 mil toneladas en 1910, 2 millones 649 mil toneladas en 1915, 4 millones 104 mil toneladas en 1920, y 4 millones 508 mil toneladas en 1926.
Paralelamente, Cuba exhibió crecientes superávits en su balanza comercial (más exportaciones que importaciones) durante igual lapso. Si en 1904 el superávit alcanzó los 7 millones 200 mil pesos, ya en 1926 ese indicador favorable a la isla era de 40 millones 600 mil pesos.
Estas cifras muestran a las claras las ventajas que pueden obtener las naciones menos desarrolladas en sus relaciones comerciales con las grandes economías del mundo. Ventajas que podrían compensar la afectación que sufrirían algunas de sus industrias por la entrada masiva de los productos de la nación más poderosa.
Este Tratado de Reciprocidad Comercial que Cuba mantuvo con Estados Unidos hasta 1934 —después sería ratificado— oficia como un antecedente de los exitosos Tratados de Libre Comercio que hoy mantienen con Washington varios de los países de América Latina.
Ese sería, a no dudarlo, el mejor camino que podría tomar Cuba una vez que el castrismo sea un capítulo del pasado.
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Tratado de Reciprocidad Comercial con EE. UU.: el mecanismo que salvó a la economía cubana
LA HABANA, Cuba. — Si hablamos de acontecimientos que celebran aniversarios redondos en el actual 2023, no podemos soslayar el Tratado de Reciprocidad Comercial, que este año arriba al aniversario 120 de haber entrado en vigor. Un Tratado que había sido firmado a finales de 1902, pero que debió aguardar por la aprobación del Congreso de Estados Unidos y el Senado de la entonces joven República de Cuba.
Un asunto que se tornaba vital para el presente y el futuro de la economía cubana lógicamente provocó el debate apasionado de nuestros legisladores. Unos oponiéndose al espíritu del Tratado, mientras que otros lo consideraban muy útil para el despegue económico de la Isla, que se hallaba semi destruida tras la guerra independentista transcurrida entre 1895 y 1898.
Dos destacados intelectuales, Manuel Sanguily y Antonio Sánchez de Bustamante, fueron las principales figuras que se enfrentaron en el Senado a raíz de la discusión del Tratado. El primero se opuso tenazmente a la firma del Tratado, argumentando que se........
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