LA HABANA, Cuba. – Los cubanos solíamos ser, a pesar de las tantísimas miserias, muy ingeniosos, irónicos; y no dudo que fueron esas miserias las que despertaran, un poco más, nuestros ingenios. Ahora mismo recuerdo a cierto escritor de apellido Hurtado a quien acusaron alguna vez, y hace ya tiempo, de plagio, y el plagio es, sin dudas, algo muy despreciable. Oscar tuvo enseguida su merecido o al menos un poco de lo que merecía. Oscar, y en franco juego con sus distingos, pasó a ser desde entonces “Oscar Todo Hurtado”. Sin dudas, la ingeniosidad cubana es grande, y muy abundante.
Los cubanos somos capaces de reírnos de nuestras peores desgracias, pero no siempre; sobre todo si antes se ofendió a nuestra familia, a los amigos o incluso a algún desconocido que no lo merecía. Quizá por eso nos creció hace poco un enfado grande y fuerte. “Entramos en cólera”, y quizá a un estado peor, pero no lo nombro porque no quiero entrar en problemas con la censura, esa que no aceptará el vocablo; pero como soy empecinado les dejo una señal breve y camuflada que define mi sentir: “ Estamos emping…”.
Y son muy notables las razones de mi molestia, de las molestias de muchísimos en la Isla. Resulta que una española con el mismo apellido del tal Oscar, está en el centro. Resulta que esa mujer que, sin dudas, hizo algo feo y más que feo. Esa mujer se llama Ana, y su apellido es Hurtado, como el del plagiador. Y hasta dice que ya estuvo ella alguna vez frente ante las cámaras de la televisión nacional, dicen que en la “Mesa Redonda” a la que el poder, su único accionista, solo invita a “cuadros” del Partido y el Gobierno, y a algún que otro infeliz de probada fidelidad.
Ana asistió alguna vez a la “Mesa Redonda”, para conversar de esas cosas que prefiere la “Mesa Redonda”, esa mesa a la que los cubanos rebautizamos, hace ya tiempo y cambiando solo una consonante, como “mesa retonta”. Y allí, al menos eso me dijeron, conversaron Arleen Rodríguez y Ana Hurtado, y no sé si alguien más, porque no vi el programa, y fue hace ya un tiempo. Pero la española volvió a otros predios, a los suyos, para deschabar. Esta vez Ana usó las redes para despotricar, para ofender a un hombre enfermo, a un hombre que es ídolo de los cubanos.
Ana despotricó de nuestro “Querido Pablo”, del Pablo que escribió “Yolanda”, una de las canciones cubanas más bellas de cualquier tiempo. Ana se asomó al panteón de los grandes cubanos y escogió a Pablo Milanés de “puchimbá”, pero le salió el tiro por la culata de lo que ella sospechara que era su lengua-revólver, pero le explotó la pólvora en la cara y le chamuscó la piel.
Ana, tan acostumbrada a juntarse con esos títeres manejados por ventrílocuos, quiso ofender a Pablo Milanés. Quiso devolver a Pablo a las UMAP, pero se embarró…, y como apesta…, como apesta esa Ana Hurtado que podría ser parienta de “Oscar Todo Hurtado”. Y es que hay que ser muy cuidadoso en los “plagios”, en esos robos descarados, que han sido tan comunes en la Cuba “revolucionaria”.
Lo que vino después me hace recordar esos días de la “guerrita de los emails”, esa guerrita en la que tuve la suerte de poner el primero de entre todos los emails, después de descubrir en la pantalla de mi televisor a Luis Pavón, al Luis Pavón de la “parametración”, aquel parametrador que fuera guiado por Fidel Castro, el “parametrador en jefe”, el perpetrador de todos los males, entre ellos esas “Palabras a los intelectuales”.
Quince años cumple ya aquella “guerrita de los emails”, y los celebra vestida de largo, sobre todo con esas reacciones que estuvo provocando una tal Ana Hurtado que denigró a Pablo Milanés, nuestro Pablo querido. Las reacciones, el desprecio que provocara esa Ana, fueron grandes.
Y esta vez Ana escogió las redes para no hacer notar las huellas de sus reales “productores”. Ana deschabó en el ciberespacio, desplegó en las redes su odio, y la emprendió contra Pablo Milanés. Tanta reunión con los comunistas cubanos, tanto coqueteo con los jerarcas del poder pudieron ser la causa de su ultraje a Pablo Milanés. Ana debió escuchar la voz de cualquiera en el poder, mientras desechaba la de Pablo Milanés.
¿Cuántos infundios, cuántas quejas, cuántas truculencias y patrañas provocaron el odio de Hurtado? ¿Quién le inculcó el odio a Pablo? ¿Acaso fueron las truculencias de los comunistas las que provocaran tanta estulticia?
Sin dudas detrás de todo eso está la mano del Gobierno, tan especialista en manipular voces, tan interventor de propiedades ajenas, de laringes y aparatos fonadores, pero duras fueron las reacciones contra esa Ana Hurtado.
“Con Pablo no te metas”, dijo esta vez Cuba, y Ana Hurtado, la invitada del poder cubano, bien supo que el horno no estaba pa’ galleticas. Los cubanos queremos una vida a plenitud, y en esa plenitud no son pocos los que han imaginado la voz de Pablo, y su canto enorme.
Ahora que soñamos una sociedad justa y la buscamos, deberíamos procurarla cada día, incluso ante el riesgo de que el poder intente callarnos, encarcelarnos. Nuestro aparato fonador, nuestra laringe, deberá servir también para exigir la libertad y el respeto a nuestros héroes, y Pablo fue, y será, uno de esos héroes. Nuestra voz debe ser libre, y no permitamos que una extranjera ofenda y ultraje nuestros símbolos, enlode nuestros amores.
Pablo murió unos días después de que yo terminara la “primera versión” de este texto. Y hasta tuve la esperanza de que Pablo iba a seguir un poco más, pero no pudo, y hasta supongo que se llevó mis besos, mis abrazos, los besos y los abrazos de todos los cubanos que le amaron, y hasta Ana Hurtado ofreció sus condolencias, después de enlodar nuestros amores, nuestros símbolos, a nuestro querido Pablo, y ojalá que le quede claro a Ana que no permitiremos, tranquilamente, sádicamente, nos reduzcan a cero, y menos a Pablo, a ese Pablo al que Dios, sin dudas, le regaló esa voz, la inspiración, la sutileza, para componer canciones, y la gracia de ser muy amado.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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