LA HABANA, Cuba. Hay voces que son modélicas y hay voces que resultan muy comunes, voces típicas, tan típicas, tan tremendas, que hasta sirven de patrón. Hay voces típicas a las que no les queda otro remedio que ser típicas, pero también existen típicas maneras de interpretar que resultan ser excepcionales, y esas son las voces que no mueren nunca. Hay voces que van más allá de todo, incluso de filiaciones políticas. Las voces grandes son grandes voces, más allá de las derechas o de las izquierdas.

Acaba de morir Gal Costa. Acaba de morir una de las más grandes. Y no seré yo, ahora que murió una grande, quien se ponga a sacarle “trapitos al sol”. Yo voy a cantar Un día de domingo para mí, y muy bajito, para que nadie escuche mi voz que desentona, pero juro que no pensaré en ese tema que Gal cantara y cantara durante meses —su Vira a voto, o Cambia el voto , con el que estuvo acompañando la campaña presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva, el amigo de Fidel Castro y de unos cuantos comunistas cubanos.

Yo me intereso en la política de mi país, y no voy a atender a los apoyos de Gal a Lula, el amigo de Fidel. Yo voy a escucharla una y mil veces, mientras mis oídos lo permitan, y más ahora que no está, sin importarme sus filiaciones políticas y sus apoyos a un amigo de los Castro. Yo escucharé a Gal a pesar de todo y a pesar de todos. Yo voy a cerrar los ojos para imaginar su negra y rizada cabellera, y su sonrisa, y su voz, su voz mayúscula.

No estaré yo entre los que se pierden esa voz que va más allá de izquierdas y derechas. Esas maneras se las dejo a los comunistas, se las dejo a esos que prohíben y censuran, se las dejo a quienes prohibieron la difusión de Olga Guillot y Blanca Rosa Gil, sobre quienes publiqué, recientemente, sendos textos en CubaNet. No, no seré yo quien se pierda las resonancias de una voz enorme, como sí hicieron los comunistas cuando castigaron, confinaron, prohibieron, la cubanísima voz de Celia Cruz.

¿Y quién soy yo para desterrar voces atendiendo a filiaciones políticas? ¿Quién soy yo para decidir a quién le cantan los otros? Yo no voy a proscribir y tampoco pondré tapones en mis orejas; esos absurdos se los dejo a los censores comunistas, a esos aberrados que enterraron alguna vez, y para siempre, a Meme Solís, Paquito D’ Rivera, Mike Porcel, Gloria Estefan, Bebo Valdés, Marta Strada, La Lupe; los mismos que proscribieron los libros de Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, Heberto Padilla, Jesús Díaz o Manuel Díaz Martínez.

Yo no voy a marginar pensando en filiaciones políticas y partidos. Yo voy a leer a Virgilio Piñera y a Dulce María Loynaz, incluso a algún buen escritor comunista, si es que apareciera, y si estuviera bien dotado…, para la escritura. No seré yo quien eche a un lado esa Baby de Gal Costa porque hiciera campaña política a un amigo de Fidel. No voy a dejar de venerar su melena negra tan rizada ni su sonrisa enorme. No seré yo quien la mate un poco más después de su deceso. ¿Y cómo negar esa voz tan grande? Yo no daré apoyatura a eso que es típico del comunismo. No voy a dar el visto bueno a lo execrable, a lo que resulta tan común en este país en el que vivo. No voy a dar aplausos a lo que decide el arbitrio de una o dos personas.

Un mundo sin la voz de Gal Costa será espantoso, aunque antes olvidara algunas dictaduras, aunque se entendiera con amigos de desafinadas dictaduras, como la cubana. Gal Costa era, y seguirá siendo, una grande, y nada será mejor que hacerle reverencias, porque un mundo sin su voz será muy feo, será chillón, desafinado, tanto como el comunismo. La vida sin Gal no será tan placentera. La vida sin Gal será menos feliz, y mucho más en Cuba, donde el placer es algo raro. En Cuba los placeres, las alegrías, las felicidades, no son muy realizables.

Gal ha muerto, lo que no es nuevo, porque la vida es también para morir, ese es su gran fin: vivir para llegar hasta la muerte, vivir para morir, pero en la Cuba que apoya Lula, el amigo de Gal, la vida no es más que ese camino desandado para llegar a la muerte, y en el medio muchas angustias. Quizá Lula no le contó a Gal de esa Celia a la que no dejaron entrar a la Isla y que fue hasta la Base Naval de Guantánamo para recoger un poquito de tierra cubana, a pesar de que la quería toda sobre ella.

Adoro la voz de Gal y me acongoja su muerte, aunque fuera amiga y apoyadura de Lula. Confieso que me gustaría pensar que él olvidó contarle, voluntariamente, algunas cosas. Lo más probable es que no le contara de Celia y de la Lupe, tampoco de Olga Guillot, Blanca Rosa Gil, Xiomara Alfaro, Marta Strada, Gloria Estefan o Doris de la Torre, de muchas otras.

Quizá fue Lula el culpable de que Gal desconociera tantas cosas de esa Cuba de sus amigos, pero eso no es culpa de Gal, y desgraciadamente ya no habrá manera de advertirle. Gal está muerta, y duele muchísimo su partida, y me exaspera esa posibilidad realísima de que se fuera sin saber las tantísimas verdades de Cuba. Lula, dentro de muy poco tiempo, volverá a ser presidente de Brasil, y lo más probable es que no le contara a su amiga un montón de cosas sobre Cuba. Ojalá que pudiera yo contarle, antes de que la dejen sembrada para siempre, y el mundo se haga más feo sin ella.

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Lo que quizás Lula no le contó a Gal Costa

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11.11.2022

LA HABANA, Cuba. Hay voces que son modélicas y hay voces que resultan muy comunes, voces típicas, tan típicas, tan tremendas, que hasta sirven de patrón. Hay voces típicas a las que no les queda otro remedio que ser típicas, pero también existen típicas maneras de interpretar que resultan ser excepcionales, y esas son las voces que no mueren nunca. Hay voces que van más allá de todo, incluso de filiaciones políticas. Las voces grandes son grandes voces, más allá de las derechas o de las izquierdas.

Acaba de morir Gal Costa. Acaba de morir una de las más grandes. Y no seré yo, ahora que murió una grande, quien se ponga a sacarle “trapitos al sol”. Yo voy a cantar Un día de domingo para mí, y muy bajito, para que nadie escuche mi voz que desentona, pero juro que no pensaré en ese tema que Gal cantara y cantara durante meses —su Vira a voto, o Cambia el voto , con el que estuvo acompañando la campaña presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva, el amigo de Fidel Castro y de unos cuantos comunistas cubanos.

Yo me intereso en la política de mi país, y no voy a atender a los apoyos de Gal a Lula, el amigo de Fidel. Yo voy a escucharla una y mil veces, mientras mis oídos lo permitan, y más ahora que no está, sin importarme sus filiaciones políticas y sus apoyos a un amigo de los Castro. Yo escucharé a Gal a pesar de todo y a pesar de todos. Yo voy a cerrar los ojos para imaginar su........

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