LA HABANA, Cuba. – Su nombre no es Humbert Humbert y tampoco está en el centro de una controversial novela, pero sí en el meollo de una controversia grandísima que ya tiene tintes de injusticia. Su nombre no es Humbert Humbert, ni tiene que ver con Nabokov, pero a decir verdad adora seducir a cualquiera de las muchachas que se le ponen delante. Su nombre no es Gustavo Adolfo, pero sí es Bécquer su apellido, y con ortografía idéntica a la del distinguido poeta español.
Su nombre es Fernando, y su apellido es Bécquer, pero su talento escaso, y también sus mañas, lo alejan del gran talante de Gustavo Adolfo. Fernando Bécquer no es ni chicha ni limoná pero aun así le llaman trovador, y juglar, y bardo, y hasta vate, que todos esos disparates se cometen…, sobre todo en esta Isla; pero Fernando, por sobre todas las cosas, es solo un abusador de jóvenes muchachas, un desvergonzado, una de esas cosas a las que en Cuba solemos llamar “tareco”. Fernando Bécquer es un violador, un violador, un violador…
Quizá Fernando soñó de niño con ser un seductor, un hombre fascinante y tener mujeres a montón. Es posible que Fernando, con premeditación y alevosía, se empeñara en componer canciones. Quizá se imaginó entonando sutiles baladas que hicieran que sus pretendidas cayeran rendidas a sus pies, pero al parecer no consiguió ni una cosa ni la otra, y entonces se vio obligado a seguir otros derroteros para conseguir los favores de las jóvenes.
Fernando Bécquer no nació en Sevilla, ni encontró su familia un botín en el patio de la casa familiar. Este Fernando lo único que encontró fue el repudio de muchísimos cubanos, cuando se hicieran públicos los tantísimos abusos a jóvenes que lo seguían en sus conciertos y quizá le aplaudían y le pedían un autógrafo, y él firmaba el papelito, y posaba delante del lente de la cámara junto a ellas.
Fernando prefirió seducir chicas y declararse devoto del Che Guevara, de quien se dice que también fue un conquistador; pero Fernando el guevariano fue un poquito más allá del argentino, incluso más allá de Fidel Castro, que también se empeñaba en comer todo lo que le gustaba, pero Fernando no era tan poderoso como Fidel Castro y Che Guevara, aunque quizá creyó que viviría una eterna e inmune impunidad, sin sufrir las consecuencias.
Quizá lo peor para él fue el momento en el que estalló la bomba; tan impropio el momento que sus protectores, los de las más altas jefaturas, no consiguieron tender sobre él un manto que silenciara sus demonios, sus pervertidos desafueros. Fernando perdió su inmunidad porque el “horno no estaba pa’ galleticas”. Sus estropicios salieron a la superficie sin remedio, y al poder no le quedó otro remedio que castigar a tan fiel servidor. Bécquer no previó tal desenlace. El supuso que podría cantar “Bye bye Lulú” y que los jefes lo dispensarían, y que el castigo sería solo una palmadita en el hombro y una recomendación al oído: “afloja, caballo, afloja”.
Y el horno no estaba pa’ galleticas, y él no era el Che Guevara ni Fidel Castro. Fernando Bécquer fue sancionado a cinco años de privación de libertad sin internamiento porque “la cosa se puso mala”, porque él no era Fidel Castro ni Che Guevara, y le tararearon al oído esa cancioncilla suya que dice: “Bye bye Lulú”.
En prisión el violador se las vería mal, y quizá por eso Alpidio Alonso y Abel Prieto, y todo el poder agradecido, intercedieron por el “macho cabrío”.
Y fue así como se hizo la luz; perdón, quise escribir la injusticia, la inmoralidad, o el “inmoralismo”, que era así como le llamaba Nietzsche a la transmutación de los valores. Este episodio, este proceso espurio, nos reafirma hasta dónde puede llegar el poder comunista en Cuba. Cinco años sin internamiento para un abusador múltiple, mientras que los manifestantes del 11 de julio de 2021 cumplen largas condenas, como también las sufren Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero.
Este episodio nos pone, como es costumbre, frente a las injusticias del poder cubano, porque el tal Fernando Bécquer ni siquiera conocerá la angustia de lo inhóspito, y ya sabemos que si la cárcel es inhóspita es porque nadie allí se siente “en casa propia”, pero este abusador no cumplirá su condena en el encierro, su condena será en lugar “hóspito”, en casita, y podrá salir de casa acogedora a trabajar, es decir, a perpetrar “canciones” y con público alrededor, en las que, probablemente, aparezcan algunas jóvenes, que así es la “justicia revolucionaria”. Y bye bye Lulú, hasta el próximo episodio de abuso sexual de Fernando Bécquer que, insisto, no es pariente de Gustavo Adolfo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono 525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.
Fernando Bécquer: ni músico ni poeta, abusador
LA HABANA, Cuba. – Su nombre no es Humbert Humbert y tampoco está en el centro de una controversial novela, pero sí en el meollo de una controversia grandísima que ya tiene tintes de injusticia. Su nombre no es Humbert Humbert, ni tiene que ver con Nabokov, pero a decir verdad adora seducir a cualquiera de las muchachas que se le ponen delante. Su nombre no es Gustavo Adolfo, pero sí es Bécquer su apellido, y con ortografía idéntica a la del distinguido poeta español.
Su nombre es Fernando, y su apellido es Bécquer, pero su talento escaso, y también sus mañas, lo alejan del gran talante de Gustavo Adolfo. Fernando Bécquer no es ni chicha ni limoná pero aun así le llaman trovador, y juglar, y bardo, y hasta vate, que todos esos disparates se cometen…, sobre todo en esta Isla; pero Fernando, por sobre todas las cosas, es solo un abusador de jóvenes muchachas, un desvergonzado, una de esas cosas a las que en Cuba solemos llamar “tareco”. Fernando Bécquer es un violador, un violador, un violador…
Quizá Fernando soñó de niño con ser un seductor, un hombre fascinante y tener mujeres a montón. Es posible que Fernando, con premeditación y alevosía, se empeñara en componer canciones. Quizá se imaginó entonando sutiles baladas que hicieran que sus pretendidas cayeran........
© Cubanet
visit website