LA HABANA, Cuba. – Una amiga de la infancia me cuenta que pidió la baja de su centro de trabajo estatal porque no hay forma de que el salario le alcance. Siendo como es ella de prudente y laboriosa, debe haberse visto con el agua al cuello para decidirse a abandonar una plaza a la que había dedicado 10 años de su vida y en la cual, además de su sueldo, resolvía varios productos de alta demanda sin meterse en problemas.
Mientras narra sus peripecias, lamenta el encarecimiento despiadado de la vida en Cuba, el perenne estado de alerta en que vive, siempre calculando, previendo y limitándose. Tuvo que sacar a su hija de las clases de Inglés, pues subieron los precios y le es imposible pagarlos. Reconoce esto último con frustración porque la niña, que tiene 12 años, es brillante en Inglés y en todo lo demás. Estudia con una fruición que no es normal a su edad. Lee mucho, mira documentales y algunos muñequitos. Donde los demás niños alquilan doramas o series mangas, Verónica busca audiovisuales sobre el Egipto de los faraones, la antigua Grecia o el imperio romano.
Su madre extiende el relato de carencias y ella, educadamente, la interrumpe y le asegura con toda seriedad: “Mami, no te preocupes, que cuando yo me vaya te voy a mandar todo eso y más”. Nos reímos........