PUERTO PADRE, Cuba.- Este sábado las naciones libres del mundo celebran el Día de los Derechos Humanos. Para la celebración fue escogido el 10 de diciembre de cada año porque en esta fecha, en 1948 —se cumplen ahora 74 años—, fue aprobada la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuya base intelectual se sustenta en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, rubricada por los padres fundadores de la nación estadounidense el 4 de julio de 1776 y por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, adoptada por asambleístas franceses el 26 de agosto de 1789.
Este año, el lema para la celebración del Día de los Derechos Humanos es: “Dignidad, libertad y justicia para todos y todas”, y me pregunto: ¿Qué dignidad, libertad y justicia tienen los miles de cubanos que huyen de Cuba, un país inhóspito, gobernado por un partido único, monopolista, el de los comunistas que, abandonando la agricultura, la ganadería y la industria fabril, transformó la nación cubana en un archipiélago de hoteles para el turismo internacional, rodeado por un cinturón de ejércitos, jueces y tribunales inicuos y carceleros perversos?
¿Qué dignidad, libertad y justicia tienen los cientos de cubanos, mujeres y hombres, adolescentes muchos, jóvenes casi todos, que hoy están en las cárceles del régimen totalitario, condenados por protestar contra las violaciones flagrantes de sus derechos humanos, que son sus derechos cívicos, sus libertades civiles, criminalizadas por una dictadura que ya se prolonga por más de 60 años?
¿Qué dignidad, libertad y justicia tienen los millones de cubanos que sufren necesidades alimentarias, de salud, vivienda, transporte, agua potable, las más disimiles carencias, mientras los comunistas en el poder, simulando “fraternidad”, gozan todo tipo de prebendas a costa del erario público, incluso, exhibiendo gula desenfrenada, la de los obesos dirigentes que van por ahí, cuales nuevos ricos, a quienes el embargo estadounidense no mella, mientras denuncian un bloqueo inexistente?
No, en Cuba no tenemos derechos humanos, sino abuso del derecho, entiéndase, esas conductas que sí, concuerdan con la Constitución y todas las leyes de la dictadura, pero que, en su esencia, son comportamientos ajustados a normas contrarias a los principios de buena fe, las buenas costumbres, la moral, y los fines sociales y económicos del derecho como faro del quehacer, humano.
Cotidianamente, en Cuba, que el Estado dice respetar esos derechos, se violan los derechos humanos mediante la tortura, y por tortura entiéndase no solo la que hace sangrar, sino también la que daña psicológicamente además de al perseguido por motivos políticos, económicos o religiosos, a las familias de estas personas, a las que los comisarios del régimen y sus policías suelen acosar, con abuso de derechos, del mismo modo que con sus ladridos, los perros rastreadores persiguen a los animales de caza; y si los procesos penales contra los manifestantes del 11J han visibilizado las orquestaciones judiciales, sépase, para los que lo dudan, que los juicios amañados no son nuevos en Cuba, sino datan de 1959, cuando tribunales “revolucionarios”, sin apego ninguno a las más elementales normas de equidad, condenaron a muerte y a largas penas de cárcel a miles de cubanos llamados “bandidos” y “contrarrevolucionarios”.
La restricción a la libertad de expresión, penalizada por el Código Penal, autoimpuesta como medida de protección personal y familiar o por presiones laborales y comunitarias, son hechos cotidianos en el archipiélago cubano; como del mismo modo son acciones a voluntad gubernativa muchas veces de forma extrajudicial, y no por voluntad de la persona humana, la libertad de asociación, de circulación, de opinión y el ejercicio de los derechos políticos; como tampoco en Cuba son auditables ni verificables por entes independientes ni del propio régimen, fondos públicos a los que se tipifica con categorías rimbombantes, o porque así lo estima la jerarquía castrense, dando lugar a privilegios de la clase en el poder y, sobre todo, en el alto mando de la cúpula del Partido Comunista y las Fuerzas Armadas, que son las instituciones con poder real, y no el llamado “Poder Popular” que, aunque se dice legislativo, meramente es un órgano administrativo de inferior nivel sin connotación estratégica y mucho menos determinante.
Es una realidad aunque duela: en Cuba, hoy y desde hace muchísimos años, carecemos de derechos humanos básicos, como cierto es que el totalitarismo castrocomunista no está dispuesto a realizar cambios jurídicos que, en sí mismos, conllevan transformaciones económicas y sociales que entrañan la pérdida del poder político de los comunistas, un poder político que, para esas personas y sus familias, como en cualquier mafia o monopolio, se traduce en un modo de vida de millonarios al margen de la ley.
En lugar de huir de su país, en lugar de lamentarse de la vida miserable en su tierra, si los cubanos quieren la buenaventura de los derechos humanos en Cuba, en lugar de sentarse a esperar o darles la espalda a sus derechos, tendrán que hacer como en su tiempo hicieron los estadounidenses y los franceses, luchar por ellos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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