LAS TUNAS, Cuba. — ¿Quién lo diría, Fidel Castro entrevistado amigablemente por un oficial de la mismísima CIA? Pero no debería extrañar que en tiempos venideros sea uno de los jerarcas de la “continuidad” del castrocomunismo el próximo en la lista.

Sí, por sus rasgos de personalidad, su egolatría, capacidad histriónica, verbosidad y oportunismo político, la administración Eisenhower bien pudo conseguir en su lucha contra el comunismo la colaboración de Fidel Castro, del mismo modo que, con atención a esa caracterización personal, realizada mediante una apreciación hecha por la KGV —no sólo a él, sino también a la población cubana—, Nikita Kruschev atrajo al castrismo a la colaboración pública y secreta con la Unión Soviética.

No debemos olvidar nunca que Fidel Castro fue a Estados Unidos en abril de 1959 buscando ayuda económica, aunque sin pedirla expresamente, por una razón de su propio carácter, por lo que prohibió al entonces presidente del Banco Nacional, Felipe Pazos, al ministro de Hacienda, López-Fresquet, y al ministro de Economía, Regino Boti, que lo acompañaron, conversaciones sobre cooperación y asistencia financiera que ya tenían previstas con sus homólogos estadounidenses. Ese viaje no rindió los frutos esperados, transformándose, según historiadores, en un “duelo de reticencias”, por aquello de tú no me pides, pues yo no te doy.

Sobre alguna de estas tres bases, la ideológica, la de dependencia por intereses materiales u otras ventajas, o por comprometimiento, por estar un individuo sujeto a un delito u otra causa, se estudia el posible reclutamiento de una persona para dirigirla a un objetivo concreto, inmediato o en progresión.

Así, no es extraño que, mediante lo que en argot operativo se conoce como “estudio y comprobación”, la CIA explorara el posible reclutamiento de Fidel Castro, llegando a una etapa tan avanzada de su caracterización como es la entrevista personal, donde, entre otros requerimientos, se evalúa —en ese momento no se propone— la disposición a colaborar del candidato.

Jocosamente, un exoficial de la agencia me comentó como ya en 1958 el jefe de una división política y psicológica de la CIA recomendó como “una manera práctica de proteger los intereses de Estados Unidos”, que no se prosiguiera suministrando recursos a Batista (lo que se hizo), y en su lugar, secretamente (lo que no se hizo, se dirigiera esa logística a Fidel Castro, a los revolucionarios, entonces democráticos y enfrascados en una lucha multiclases, donde hubo comunistas, pero sin protagonismo, pues el propio Castro, que nunca había integrado ese partido fundado en Cuba en 1925, negaba ser comunista.

Y recuerden los lectores que en diciembre de 1958 ya Fidel Castro había dicho al periodista Andrew St. George que gustosamente recibiría en la Sierra Maestra a un representante del gobierno de los Estados Unidos para tratar cuestiones “políticas importantes”

No es casual entonces que, durante su visita a Estados Unidos en abril de 1959, la CIA programara en el Statler Hilton Hotel de Nueva York, donde se alojaba, una entrevista con Fidel Castro, designando para su realización a Gerry Droller, oficial experto en los servicios estratégicos, en ese época, recién asignado a la división de América Latina. Todo indica que Droller, de origen alemán, aplicó al entonces primer ministro cubano la técnica que en jerga operativa se denomina “sonsacamiento”, pues le habló de los riesgos del comunismo internacional y de cómo el Partido Socialista Popular (PSP) era un agente de Moscú que constituía un peligro para su gobierno.

Fidel Castro dijo al oficial Droller que los comunistas cubanos eran una minoría, que él podía manejarlos, que los Estados Unidos sobrevaloraban a los comunistas, que la mejor manera de contrarrestar la influencia comunista en América Latina era no descuidar la atención a los problemas sociales y económicos, y aceptó, de buen agrado según Droller, la propuesta de la CIA de pasarle información sobre movimientos del comunismo internacional.

Huelga decir que el oficial entrevistador informó a sus superiores sobre la buena acogida que Fidel Castro había mostrado, de cómo a él lo había escuchado atentamente y había aceptado establecer un enlace secreto de comunicación con la CIA, designando para esa tarea al ministro de Hacienda, a Rufo López-Fresquet. Sin embargo, cuando poco después fue activado el enlace enviando un mensaje a Castro, este no contestó, sin que ninguna de las dos partes intentara restablecer la comunicación.

Con más prevención que la CIA, luego de su visita a Estados Unidos, el Departamento de Estado llegó a esta conclusión: “A pesar de que lo conocemos mejor que antes, Castro sigue siendo un enigma y tendremos que esperar sus decisiones sobre asuntos específicos antes de asumir una perspectiva más optimista”.

Las “decisiones sobre asuntos específicos” llegaron tempranamente, con los buques petroleros enviados por Nikita Kruschev a la Isla, petróleo que se negaron a procesar las refinerías de la Shell y de la Exxon. Fidel Castro comenzó a decretar las confiscaciones de todas las empresas de propiedad de ciudadanos estadounidenses en Cuba. Así, y eso es historia contemporánea, el castrismo pasaría de posible colaborador de la CIA contra el comunismo internacional a aliado de la Unión Soviética, el peor enemigo de los Estados Unidos, que llegó a situar armas nucleares a 90 millas de sus costas.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Cuando la CIA trató de reclutar a Fidel Castro

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05.02.2023

LAS TUNAS, Cuba. — ¿Quién lo diría, Fidel Castro entrevistado amigablemente por un oficial de la mismísima CIA? Pero no debería extrañar que en tiempos venideros sea uno de los jerarcas de la “continuidad” del castrocomunismo el próximo en la lista.

Sí, por sus rasgos de personalidad, su egolatría, capacidad histriónica, verbosidad y oportunismo político, la administración Eisenhower bien pudo conseguir en su lucha contra el comunismo la colaboración de Fidel Castro, del mismo modo que, con atención a esa caracterización personal, realizada mediante una apreciación hecha por la KGV —no sólo a él, sino también a la población cubana—, Nikita Kruschev atrajo al castrismo a la colaboración pública y secreta con la Unión Soviética.

No debemos olvidar nunca que Fidel Castro fue a Estados Unidos en abril de 1959 buscando ayuda económica, aunque sin pedirla expresamente, por una razón de su propio carácter, por lo que prohibió al entonces presidente del Banco Nacional, Felipe Pazos, al ministro de Hacienda, López-Fresquet, y al ministro de Economía, Regino Boti, que lo acompañaron, conversaciones sobre cooperación y asistencia financiera que ya tenían previstas con sus homólogos estadounidenses. Ese viaje no rindió los frutos esperados, transformándose, según historiadores, en un “duelo de reticencias”, por aquello de tú no me pides, pues yo no te doy.

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