La fuente de la paciencia

Íbamos camino al círculo. Mi hijo se había levantado ese día con “el moño viraʾo”: no quería levantarse, no le gustaba la leche, no quiso ponerse los zapatos… en fin, fue refunfuñando todo el camino, puso peros y obstáculos, gritó, lloró, se portó “mal”.

Y, sin embargo, yo pude acompañar su malestar con tranquilidad: firme, sin alzar la voz, sin dejar de darle la contención y el cariño que quizá necesitaba en ese instante más que en cualquier otro.

“¿Te quedaste con sueño?”, “¿te sientes mal?”, “¿pasa algo en el círculo?”, le pregunté, despacio. Y él se fue calmando. Nos abrazamos, sin........

© Cubahora