“Tu marido es más bueno que el pan”, me dice a cada rato alguna señora de mi generación (y de más también), de esas que viven cerca nuestro o participan en las actividades presenciales de Senti2Cuba por toda la Isla.
Casi siempre la frase viene matizada con un tono de reposado deseo, una mirada escaneadora sin mucho disimulo, y si son más osadas, de una caricia respetuosa, pero bien disfrutada, a los brazos peludos de este hombre que rebosa ternura, a pesar de su talla colosal.
Jojo ríe bajito, nervioso, y me mira con ojos de “esta vez si me di cuenta”, porque en ocho años juntos (los cumplimos el próximo martes, por cierto), ya aprendió a notar cuándo hay lascivia o sólo admiración detrás de esas acciones.
Lo crean o no, antes le lanzaban un piropo o lo vacilaban en su cara y él ni sospechaba por donde venía la cosa (aún le pasa, pero menos). Creí que sería en mi presencia, porque bajaba la guardia combativa, pero no: también si anda solo, y en las redes, la gente se deja llevar por la cómoda satería que emana de su presencia, su voz, su mirada,........