Círculos epigenéticos

Mi Barbarroja anda por Praga. Fue a participar en un evento de la universidad, muy cerca del ático donde soñé su llegada tantas veces, hace más de 30 años…

Pudiera decirse que junto al río Vltava lo “diseñé” epigenéticamente, y cada vez es mayor su parecido a quien pudo ser su padre biológico, ¡pero no lo es!, para asombro de quienes me conocieron entonces y conocen al “niño” ahora.

La cercanía no es sólo física, que conste: se le parece en carácter, inteligencia, modales, sonrisas y experiencias vitales, como esa de recibir los 26 años mientras crecía profesionalmente en la vieja Europa, pensando más en inglés que en su propio idioma.

En Praga confirmé su futuro nombre y casi le escogí su carrera, en honor a uno de mis mejores amigos de entonces, un joven cariñoso y malcriador, como su esposa. Y como mi hijo, con una paciencia equivalente a la infinitud del átomo que sólo los de su especie logran entender.

¿Qué habrá sido de la hija de aquel matrimonio, la pequeña de ojazos dulces que me enseñó a hablar el checo........

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