Cuba sigue siendo referente de dignidad y soberanía nacional

Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;

Querido compañero Esteban Lazo Hernández, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular;

Queridas diputadas y diputados;

Compatriotas:

Esta ha sido una auténtica Asamblea del pueblo, como expresó aquí el joven diputado Danhiz. Lo ha sido porque sus debates fueron los debates de la sociedad cubana de hoy sobre los enormes desafíos que tenemos por delante, pero también porque volvió a revelarse en ellos la impresionante disposición de este pueblo a pelear cuando todo se pone más difícil.

Ni pesimismo, ni derrotismo, ni desánimo. Lo que encontramos aquí fueron exposiciones sobrias, críticas desde el compromiso y, sobre todo, propuestas concretas y demandas de cambiar lo que deba ser cambiado sin dilaciones.

La sabiduría y el entusiasmo que ha caracterizado a prácticamente todas las intervenciones de estos días no me sorprenden, es lo que he visto en los recorridos por provincias. Justo donde la situación es más dura, después de largas horas de apagón, siempre encuentras el extra de las cubanas y los cubanos.

No es la primera vez ni será la última que la Revolución Cubana se enfrenta a su “momento más difícil”, aunque siempre nos parecerá que nada puede ser peor que lo que enfrentamos en el instante que lo enfrentamos.

Voy a citar unos pocos episodios de la historia de Cuba: el Pacto del Zanjón después de diez años de una guerra sangrienta que terminó con la muerte o el exilio de sus líderes; la caída en combate de Martí y Maceo; la intervención yanqui que nos robó hasta el derecho de entrar a la ciudad heroica y de asistir a la firma del Tratado de París porque allí dos imperios negociaron nuestra libertad; la república neocolonial con su apéndice amenazante, y la base militar yanqui donde se tortura y se viola la dignidad humana.

Luego viene el machadato con su pompa y su miseria, y Mella asesinado, y la Revolución que se fue a bolina, y Guiteras masacrado en El Morrillo por su acción profundamente antimperialista. Y la corrupción de los auténticos, y el golpe de Estado de Batista, y los asesinatos de “nuestros hijos” que denunciaban las madres cubanas, y los estudiantes reprimidos y la masacre de los asaltantes al Moncada, al Palacio Presidencial, al Goicuría…

Con toda esta herencia de heroísmo y frustraciones de las luchas revolucionarias entró en la historia la Generación del Centenario, con su revés marcando la victoria en el asalto al Moncada. Ya tenían un programa, un ideal y una disposición a llevarlo hasta las últimas consecuencias. Y así lo hicieron.

Cuando se repasan todos los periodos de los 66 años de la Revolución en el poder, lo que encontramos, además de victorias, son desafíos tercermundistas, zancadillas enemigas y también errores y aprendizajes propios, frutos todos del afán jamás abandonado de conquistar y sostener la justicia social como aspiración suprema, en un contexto mundial completamente adverso, desde que dejaron de existir la Unión Soviética y el campo socialista.

Si a pesar de todo eso la Revolución Cubana está de pie y luchando por la prosperidad posible, es por su carácter auténtico y genuino. No somos un accidente de la historia. Somos la lógica consecuencia de una historia de resistencia y rebeldía contra el abuso y la injusticia que tiene razones muy profundas para creer en sus propias fuerzas.

Por eso ofenden la dignidad nacional quienes juegan a comparar los tiempos para elogiar “lo bien que estaba Cuba antes de 1959”, posteando fotos de los palacetes y la elegancia de sus damas y caballeros, pero escondiendo las del desalojo, el plan de machete, la miseria, los niños inflamados de parásitos que trabajaban cuando debían ir a la escuela, las prostitutas, y las mafias italoamericanas repartiéndose el botín de los hoteles y los cabarets solo para blancos en un país mestizo.

Porque la Revolución que tomó por fin el poder en 1959 la inició un pequeño grupo de revolucionarios, pero la hizo todo un pueblo. Y ese pueblo que la hizo la ha defendido y la defiende hoy hasta con los dientes, ¡que no quepa duda! (Aplausos).

De otra manera no podrá explicarse jamás su existencia en esta incierta década del siglo XXI, donde las disidencias del pensamiento único, impuesto por el capitalismo depredador, se cobran con bombas inteligentes, destrucción de naciones enteras o con bloqueos económicos asfixiantes, como el que este pequeño país de valientes soporta hace más de 60 años.

Insulta profundamente a la dignidad humana que quienes usan internet en campañas para denigrar al pueblo cubano no reaccionan igual de indignados frente a los escandalosos crímenes de quienes bloquean al país; evitan llamar por su nombre al genocidio israelí en Gaza y en el Líbano, y no protestan, no se rebelan, no tienen el coraje de apuntar a los culpables de tanta xenofobia, tanta guerra, tantas armas y tanta injusticia, compitiendo en preminencia noticiosa con el alboroto de multimillonarios pedófilos y la deportación o el encarcelamiento, sin delitos probados, de decenas de miles de trabajadores migrantes con sus familias.

Lo que aprendimos de la Revolución Cubana es que los ideales no se cambian porque cambien las circunstancias; que la trinchera no se abandona cuando el cerco enemigo aprieta. Aprendimos que solo teniendo convicciones claras como principios es posible sostener y ganar batallas. Y también aprendimos que ¡del cerco se sale combatiendo! (Aplausos).

Compañeras y compañeros:

No voy a extenderme en los temas ya abordados. La gravedad de los tiempos demanda más acciones que palabras, aunque siempre estaremos en el deber de decirlas y sobre todo de honrarlas ante el pueblo que nos eligió. La guía está en el concepto de Revolución que nos legó Fidel: “No mentir jamás ni violar principios éticos”.

Estas sesiones de trabajo nos dejan una importante lección. Esta es la Asamblea del pueblo cubano y todo lo que en ella se discuta y se apruebe tiene que conectar con los sentimientos, las necesidades y las demandas del mismo. Pero no olvidemos, al repensar estos días, la ética revolucionaria, esa que nos enseñó Fidel; que predomine en nosotros tras el aprendizaje el respeto y no el odio, no podemos parecernos por ninguna razón a nuestros enemigos.

Por otra parte, no sería realista ni honesto........

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