Los machistas de nuestro archipiélago cuentan con un espejo donde lucirse, más que normales, apetecibles. En donde reflejar, a su ritmo, con su propio lenguaje oral y gestual, el poder que ostentan respecto a las féminas, en la casa y en la calle. Tienen a su reparto, esa variante de llamada música urbana que más ruido hace y escandaliza por esa especie de mantra o marca de nacimiento de la que no se ha podido librar, por su discurso misógino y una representación atávica de la mujer y de las relaciones de pareja.
Un discurso que es el reflejo del machismo cotidiano, y que juega también un papel fundamental en la (re)producción del machismo como ideología, como representación compartida. Las letras de la mayoría de sus canciones, como materializaciones verbales de este discurso, actúan sobre las representaciones sociales de una gran masa de hombres y no pocas mujeres. A la vez que determinan la función y el alcance que tendrá estos modos de representar y significar en sus comportamientos íntimos y públicos.
En esta jerga musicalizada se proyectan los recursos de sus mentes, los que operan en su representar el mundo, su país, su barrio; en correspondencia con las experiencias más comunes o pedestres. Entre estos recursos que hacen posible exteriorizar ideas y sensaciones, que ponen en evidencia la forma en que algo ha sido conceptualizado, “colocado” en una escala de valores, están las metáforas conceptuales. Una comprensión que implica la integración con un concepto análogo, el traslado de un campo más abstracto o desconocido a otro más concreto o........