La Historia de Cuba se ha caracterizado por la limpieza moral de sus principales representantes. No con esto pretendemos afirmar que son seres inmaculados o nada por el estilo. Pero sin dudas, nuestros héroes y mártires han marcado su paso por la tierra, no solo con su valor y patriotismo, sino también con sólidos valores humanistas y patrióticos.
No son seres ni de mármol ni de bronce, tampoco semidioses como el mítico héroe griego, Aquiles. Son la encarnación de un pueblo, víctima durante siglos de difíciles procesos históricos, matizados por la dominación, la explotación y la falta de independencia. De ahí la empatía líder-pueblo que ha caracterizado cada uno de estos procesos hasta concretarse la definitiva independencia.
Uno de estos héroes, que son la fiel representación de las aspiraciones de un pueblo, lo fue Camilo Cienfuegos. Si preguntáramos a cualquier cubano por el “Héroe de Yaguajay”, lo primero en recordar a parte de su probado valor y patriotismo, será su carácter jovial, jaranero y esa sonrisa que siempre dibujó la felicidad en su rostro.
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