“Lo revolucionario será siempre actuar y hacerlo movilizando fuerzas y talento con claridad en los objetivos”

Foto: Estudios Revolución

Discurso pronunciado por Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, en la clausura del XI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el Palacio de la Revolución, el 13 de diciembre de 2025, “Año 67 de la Revolución”.

(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)

Queridas compañeras y compañeros miembros del Comité Central del Partido e invitados:

Hemos tenido un Pleno intenso a pesar de su brevedad.  Lo impone la situación del país, urgida de transformaciones que no solo deben ser económicas y estructurales, sino que también exigen un cambio de mentalidad en cuanto a las formas y métodos del trabajo partidista.

En un solo día de reunión hemos logrado debates profundos, críticos y, sobre todo, responsables, aprovechando las posibilidades que nos da la tecnología para evitar costosos movimientos de personal, sin dejar a nadie al margen; pero en mi opinión la mayor ganancia está en la calidad de las discusiones, en ese modo cualitativamente superior de abordar los problemas cuando se tocan con las manos gracias a una conexión más frecuente y sistemática con el pueblo.

Ni la más avanzada tecnología puede superar el valor del contacto humano.  Nuestras tareas más importantes y urgentes están en el terreno, en los barrios, los consejos populares, los municipios, las provincias, con el oído pegado a la tierra y el pie en el estribo, como nos ha alertado tantas veces el General de Ejército.

De ese vínculo imprescindible con el pueblo, fuente de las fuerzas que sostienen a la Revolución, brotan las soluciones a los problemas más acuciantes, es algo que aprendimos en la escuela de Fidel.

Este no es un Partido de élite, es un Partido de masas.  No podemos dirigir por informes, debemos y tenemos que dirigir con el pueblo, mirando los problemas de frente y a fondo, y enfrentándolos con el mayor grado de participación popular posible.  Solo desde una perspectiva colectiva y comprometida pueden evaluarse serenamente los duros datos del comportamiento de la economía en los últimos meses, caracterizados por mayor persecución financiera, petrolera y de todo tipo contra Cuba.

Lo sorprendente sería tener datos positivos en una economía brutalmente perseguida y cercada por la primera potencia mundial, en tiempos en que ni los mercados más dinámicos están libres de la incertidumbre que genera el actual desorden económico internacional.  Entonces, abordemos de forma directa y sin eufemismos los impactos de ese cerco en la economía cubana al terminar otro duro año.

Con cierre del tercer trimestre, el PIB decrece en más de un 4 %, la inflación se dispara, la economía está parcialmente paralizada, la generación térmica es crítica, los precios se mantienen altos, se incumplen las entregas de los alimentos normados, y las producciones agropecuarias y de la industria alimentaria no satisfacen las necesidades de la población.  A todo ello hay que agregar las costosas pérdidas provocadas por el devastador paso del huracán Melissa.

Esta situación, indudablemente crítica, demanda la intervención oportuna y sistemática de los dirigentes y cuadros para abordar ante la población los principales problemas, evaluando decisiones y perspectivas, hecho que ratifica el reconocimiento a la autoridad de las instituciones y, en particular, a los representantes del Partido y el Gobierno a todos los niveles.

Esta certeza, sin embargo, no puede sustraernos de la inconformidad generalizada por todo lo que funciona mal o no funciona, mientras por todas partes emerge la crítica al exceso de reuniones que “no resuelven nada”, y a la creciente desigualdad entre pequeños grupos poblacionales que parecen tener todos los problemas resueltos, algunos incluso presumiendo de su estatus económico, mientras la mayoría no logra solventar totalmente algunas necesidades básicas.

Esa situación, provocada en primer lugar por seis décadas de acoso económico externo, es vista como un nuevo escenario de “ahora o nunca” por el enemigo histórico de la nación cubana y los herederos del llamado exilio que hizo fortuna con la industria de la contrarrevolución y nunca ha dejado de soñar con otra Cuba sometida y dependiente, clavada como una estrella más en la bandera estadounidense.

Esa frustrada pesadilla mercenaria alimenta el renovado empeño imperial por asfixiar a la Revolución Cubana aplicando una política de máxima presión, de desgaste, a golpe de medidas coercitivas que limitan sensiblemente nuestro marco de acción, deteniendo sueños y empeños por alcanzar la prosperidad merecida, y violando los más elementales derechos humanos del pueblo cubano con una agresión sistemática apoyada en una cobarde y calumniosa campaña de intoxicación mediática.

La pelea es dura, larga y desigual.  La regla del enemigo es que no existen reglas.  Las leyes internacionales, los compromisos con la paz y el desarrollo son papel mojado para el imperio y sus acólitos.  Lo hemos visto en Gaza y lo estamos viendo contra Venezuela.  El fin justifica los medios, parecen decirnos cada vez que actúan en nombre de la ilegal ley del más fuerte, aunque los representantes del fascismo del siglo XXI ni siquiera se molestan en explicarlo.

Por si quedaban dudas, este noviembre cargado de amenazas y peligros el imperio ha irrespetado otra vez a la comunidad internacional –o lo que queda de ella– con su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, suma grosera de Doctrina Monroe y Corolario de Roosevelt sin maquillajes.

¿Qué hacer?  La pregunta clásica de Lenin sigue incluyendo la respuesta: hacer, actuar, transformar.  Plan contra plan, diría Martí.  Y también Fidel, quien nos convocó claramente a “…emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos...”, desafiando poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional, defendiendo valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio.

Lo revolucionario será siempre actuar y hacerlo movilizando fuerzas y talento con claridad en los objetivos, conectando intereses y demandas del país con el aprovechamiento máximo de los escasos recursos de que disponemos.

Lo revolucionario es levantarnos cada día dispuestos a enfrentar con energía la desidia y la afrenta, la agresión externa y las complejas situaciones que asedian a las economías de países como el nuestro, que fueron despojados de sus recursos y derechos más de una vez, y el cerco especialmente diseñado para castigar a la rebelde Cuba por su osada pretensión de seguir siendo libre, independiente y soberana a unas pocas millas del imperio.

Lo revolucionario sigue siendo promover y estimular la participación y el control popular, destacando y extendiendo las experiencias enaltecedoras que protagonizan cubanas y cubanos, de forma individual o en colectivo, no uno, sino todos los días.  Lo justo es exigir sin cansarnos que las instituciones den respuestas eficaces y oportunas, que sean sensibles ante las demandas de la ciudadanía y que los servidores públicos actúen como tales.

Y es, sobre todo, llegar allí donde nuestros........

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