Son setenta y nueve los años de la victoria sobre el fascismo en Europa. Una victoria que se gestó allí, pero que se libró para toda la humanidad.
Hace unos días escuchaba en una de las brigadas del primero de mayo a un muchacho que hablaba en la misma comisión en la que yo estaba presente en el encuentro en el Palacio de las Convenciones.
Se refería, entre otras cosas, a Cristóbal Colón como el demonio que vino de Europa a perpetrar un genocidio contra los pueblos originarios americanos. Lleva razón.
Pero me hizo reflexionar en algo.
Algo que siempre tengo muy presente y que unos minutos más tarde, sutil y humildemente, dije en mi intervención.
Marx, cuyo natalicio celebramos hace unos días, dijo hace más de doscientos años que los pobres no tienen patria. Que la clase obrera, el proletariado, no tiene nada que perder salvo las cadenas. Su consigna, por la que se le conoce por los siglos de los siglos, fue que los proletarios del mundo, se unieran.
Por lo tanto, en la vieja y fría Europa, también se sufre. En la vieja y fría Europa fue en la misma en la que Marx empezó a ver las desigualdades entre oprimidos y opresores. La misma en la que Lenin contempló la dictadura del proletariado como la victoria del pueblo, como la solución a tantos siglos de opresión.
Esa victoria que sin la participación de los pueblos que han sido colonizados, no sería completa. Pues su experiencia, su historia y su fuerza, serían determinantes para la creación de un socialismo que se construyera........