“No es recomendable ir al psicólogo por sistema, y está costando hacer entender eso a la gente”

En los últimos años, especialmente entre las generaciones más jóvenes, la salud mental parece haber dejado de ser un tabú, y acudir a psicoterapia ya no conlleva ningún estigma, pero no está claro todavía dónde estamos poniendo el foco cuando pensamos en salud mental. Mientras el fenómeno de la soledad no deseada no deja de crecer y España lidera el consumo mundial de ansiolíticos, no fue hasta el año pasado cuando se publicó el primer informe institucional en el que se vinculaba la precariedad laboral con la aparición de trastornos mentales.

La psiquiatra de la sanidad pública Belén González (Yeste, 1989), fue nombrada a comienzos de 2024 directora del recién creado Comisionado para la Salud Mental, que depende directamente del actual Ministerio de Sanidad, dirigido por Mónica García (Más Madrid). El Comisionado busca poner el foco en esta cuestión trascendental, que parecía olvidada en la política institucional. Charlamos con González por videollamada a mediados del mes de julio para tratar de aclarar conceptos clave relativos a la salud mental y al malestar colectivo al que casi nadie parece ser ajeno en los últimos tiempos.

Lo que entendemos por salud mental abarca una gran cantidad de aspectos muy complejos, pero si pudiéramos implementar una única medida para mejorar la salud mental de la mayor cantidad de población posible, ¿cuál sería?

Si pudiéramos acabar con la violencia de género y el sistema patriarcal, una cantidad enorme de patologías no se llegarían a producir

No hay una respuesta fácil. Sabemos, porque se ha estudiado en otros países y regiones, que una medida con un gran impacto sobre el nivel basal de salud mental de la población sería implantar una renta básica universal que alcanzara a todas las personas, desde la infancia hasta los más mayores. Por supuesto, esto no impediría que se desarrollaran trastornos mentales por otros eventos o circunstancias, pero tendría un efecto importante a nivel general.

Esa es una medida concreta y realista. Ahora bien, si pudiéramos acabar con la violencia de género y con todo el sistema patriarcal, una cantidad enorme de patologías leves, moderadas y graves que vemos en consulta no se llegarían a producir. Esas serían las dos medidas con mayor impacto.

¿Y qué se puede hacer desde la política institucional en una legislatura para mejorar la salud mental de la gente?

Lo que pretendemos es iniciar un cambio, empezando por un diagnóstico de cuál es la situación que estamos viviendo. Se están incrementando las cifras de patología mental y las prescripciones de psicofármacos, existe una preocupación generalizada por el tema. Todo esto tiene que ver, no solo con las circunstancias sociales y económicas que estamos viviendo, sino también culturales. La cultura es algo que ha modelado a lo largo del tiempo cómo se entiende la salud mental.

Sabemos que se han producido una serie de acontecimientos socioeconómicos y culturales que han impactado mucho en las vidas de la gente. Entre ellos, ha habido una precarización progresiva y sistemática de las condiciones de vida, especialmente apoyada en la dificultad de acceso a la vivienda y la dificultad para tener una vida autónoma. Se ha complicado mucho el acceso al empleo, sobre todo al empleo de calidad. Y también hay una aceleración de los ritmos de vida y de trabajo. Todo esto ha generado una fuerte sensación de incertidumbre y de falta de expectativas vitales. ¿De qué sirve trabajar si no voy a poder ni pagarme una habitación en un piso compartido? ¿Qué va a ser de mi vida? Esta es la situación que tenemos.

Estamos empezando a nombrar el malestar a través de términos médicos

Se habla del aumento de los diagnósticos de trastorno mental, pero el trastorno mental o las neurodivergencias parecen haber existido siempre. Sin ir más lejos, cuando una escarba en el historial de la propia familia, o en el de las familias de amigos y conocidos, siempre aparece un tío alcohólico, o alguien con conductas alimentarias alarmantes, o el primo que nunca logró sacarse la ESO, o la señora que se metía en la cama una semana entera y no salía. ¿Qué ha cambiado? ¿Le estamos empezando a poner nombre a lo que nos pasa?

Estamos empezando a nombrar el malestar a través de términos médicos. Han aumentado, sobre todo, los diagnósticos que tienen que ver con algunas manifestaciones concretas de salud mental, por ejemplo han aumentado mucho los diagnósticos de ansiedad, y algo menos los que tienen que ver con la depresión. También han aumentado los diagnósticos de trastorno límite de la personalidad, y los trastornos de aprendizaje, donde se incluyen el TDAH y el autismo. Sin embargo, en los últimos años no vemos que haya aumentado, por ejemplo, el diagnóstico de esquizofrenia.

Según apuntaba usted misma hace poco, el diagnóstico de esquizofrenia es doce veces más frecuente entre las personas de renta baja. Este dato es muy llamativo. ¿Cuál es la causa?

Hay una doble confluencia de factores que tienen que ver con la pobreza. En entornos de mayor pobreza hay una situación de mayor exclusión, de negligencia en los cuidados. E inevitablemente, hay más riesgo de acontecimientos adversos en la infancia, como pueden ser, por ejemplo, la falta de estímulos, los abusos sexuales, los accidentes, el maltrato de cualquier tipo o el consumo de tóxicos en el entorno próximo. Todos esos eventos........

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