“Llegué a tener cuatro empleos para mantenerme, no podía vivir de mi sueldo como educadora”

“La vocación es una trampa, lo dejamos todo por nuestros niños. Estuve un año entero posponiendo mis citas con el especialista porque mi jefa me decía que si iba al médico dejaba a mis compañeras en la estacada. No había nadie para cubrirme durante mi ausencia. Cada educadora trabaja sola en su aula, con ratios que pueden llegar a los veinte niños por adulto. No he faltado nunca al trabajo, ni por enfermedad, ni por el fallecimiento de algún familiar, y mis compañeras tampoco”, desgrana durante su único día libre Sofía, que prefiere no usar su nombre real. Esta treintañera vive en una ciudad pequeña y lleva muchos años desempeñándose como educadora en una escuela infantil privada. Insiste en la necesidad de permanecer en el anonimato porque ya ha sufrido represalias por parte de la empresa en el pasado.

Muchas madres y padres pueden atestiguar que la búsqueda de una escuela infantil para sus hijos no es sencilla. Las familias, cada vez más concienciadas, demandan centros con un proyecto educativo ambicioso para sus hijos que no se limite a la mera labor asistencial. Se valora la enseñanza de un segundo idioma a niños que todavía no hablan en su lengua materna, la oportunidad de experimentar con pedagogías alternativas o estilos de crianza más respetuosos con las necesidades y ritmos de los menores, y se tienen cada vez más en cuenta la calidad de las instalaciones del centro, los materiales, los proyectos educativos y el servicio de comedor.

Las educadoras, sin embargo, la parte fundamental de este engranaje, no parecen generar el mismo interés. En España, para poder ser tutora de un aula en el ciclo de cero a tres, es imprescindible contar con el título de técnico superior en Educación Infantil o con el de maestra. La mayoría de las profesionales, además, suelen reciclarse de manera permanente durante toda su carrera mediante cursos y formaciones a las que acuden en su tiempo libre, y que a menudo sufragan de su bolsillo. Pero las condiciones laborales y la remuneración de sus tareas no están en consonancia con la complejidad de las mismas. Lo explica Pedro Ocaña, responsable de la Secretaría de Privada y Servicios Socioeducativos de la Federación de Enseñanza de CC.OO. “Desde hace un par de años estamos intentando negociar una mejora sustancial del convenio colectivo del sector a nivel estatal. Pero nos hemos encontrado con un muro. Las patronales, de las que la mayoritaria es ACADE (Asociación de Centros Autónomos de Enseñanza Privada), junto con las escuelas católicas, entre otras, se niegan a dignificar la profesión. De ahí que consideráramos que había llegado el momento de meter presión desde la calle. Hemos estado organizando concentraciones, y se convocaron dos jornadas de huelga en octubre y otras dos en noviembre. Además, durante el mes de diciembre se produjeron algunos paros........

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