Mujeres resisten la erosión costera en pueblo brasileño

El puerto de los barcos pesqueros de Atafona en el río Paraíba del Sur. La sedimentación de la desembocadura dificulta el arribo de embarcaciones más grandes que pasaron a operar en puertos de otras localidades, con costos adicionales y pérdidas para la economía de Atafona. Imagen Mario Osava / IPS

ATAFONA, Brasil – La erosión costera se agravó por el cambio climático y ya destruyó más de 500 casas del pueblo de Atafona, en el sureste de Brasil. Movimientos protagonizados especialmente por mujeres buscan contener el avance del mar y generar alternativas económicas.

Atafona es uno de los seis distritos (barrios) de São João da Barra, un municipio de 37 000 habitantes, 310 kilómetros por carretera al noreste de la ciudad de Río de Janeiro. Es en realidad un pueblo de identidad propia, de pescadores, a los que se sumaron familias de clase media de grandes ciudades cercanas que allí construyeron sus casas de vacaciones.

Así lo hizo Sonia Ferreira en 1980, cuando vivía en Río de Janeiro, y se mudó definitivamente para Atafona en 1997, cuando fue testigo de la desaparición de las tres manzanas que separaban su casa de la playa. En 2008 vio caer del otro lado de su calle, también desaparecida, el edificio más grande del pueblo, de cuatro pisos.

Tiene registrado en fotos la agonía del inmueble que acogía un supermercado y una panadería en la planta baja y un hotel arriba. Su casa sería la próxima víctima, pero el mar le concedió una tregua de 11 años. “Salgo solo cuando caiga nuestro muro”, contestó a la familia que la presionaba para que se mudara a un lugar seguro.

Sonia Ferreira, 79 años, presidenta de SOS Atafona, junto a lo que quedó de los escombros del edificio de cuatro pisos, tumbado por el mar en 2008. Imagen Mario Osava / IPS

Pero de 2019 a 2022 el mar reanudó el avance. “En 2019 cayó el primer pedazo del muro. Arreglé la casucha en los fondos del terreno y me mudé, pero manteniendo la casa grande con los muebles, hasta que en 2022 el agua alcanzó la pilastra y el piso cedió”, contó a IPS en su casa actual, cerca de la de su hija.

“El mar no golpea en olas avasalladoras, sino que erosiona el suelo arenoso, se infiltra por debajo de las construcciones, socava sus estructuras, la casa queda en el aire”, describió.

En fines de 2022 decidió demoler la “casa grande”, en un proceso “doloroso” tras la tristeza de ver caer cada pedazo del muro. Pero luego tampoco pudo vivir en la casucha del patio trasero invadido por gran cantidad de arena y entonces la acogió su hija. Viuda, tiene otros dos hijos que viven afuera.

A los 79 años, Sonia Ferreira ejerce su pasión por la localidad como presidenta de la SOS Atafona, una asociación con cerca de 200 pobladores “activos”, la........

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