En esta misma edición encontrará, en nuestra revista dominical ECOS, un artículo titulado “Asesinos de Sucre”, que se complementa con otro publicado hace casi un año antes: “Asesinato de Sucre”. Estas entregas tienen una doble consecuencia: por un lado, el gran público recibe información novedosa sobre un hecho ocurrido hace 193 años y, por otra, sirven de insumo para los investigadores de este tema.
La muerte de Antonio José de Sucre, ocurrida el 4 de junio de 1830, puede interpretarse de diferentes maneras. ECOS mostró, por ejemplo, los cuadros que fueron pintados con ese fatídico motivo y que constituyen, por sí mismos, materiales para investigaciones específicas. De entre todos, el más importante es, sin duda, el que fue firmado apenas seis años después del crimen por Pedro José Figueroa y cuya principal característica es que denuncia sutilmente a los autores intelectuales, José María Obando del Campo y Juan José Flores y Aramburu, en un momento en el que ni siquiera había comenzado el juicio contra los acusados.
A Sucre lo mataron porque, pese a sus repetidos intentos de retirarse de la política, seguía manteniendo vigente el proyecto integracionista de Simón Bolívar. Para entender eso habrá que recordar que, cuando se encontraba en el cénit de su poder, el Libertador hizo público su deseo de que el territorio que fue liberado por las armas colombianas (pues tal era, entonces, el gentilicio de los nacidos en la patria de Bolívar) se unifique constituyendo una sola y gran nación. De haber prosperado esa iniciativa, las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela hubieran sido, posiblemente, los Estados Unidos de Sudamérica.
No obstante, el primer escollo a ese sueño fue, precisamente, Bolivia. Aprovechando la disputa que sobre este territorio tenían Perú y las Provincias Unidas del Río de la Plata (hoy Argentina), los políticos de Charcas, llamados comúnmente altoperuanos, movieron sus influencias para que se plantee una alternativa al conflicto: la fundación de una nueva república, independiente de Lima y de Buenos Aires. Sucre posibilitó ese proyecto cuando convocó a la Asamblea Deliberante que terminó fundando Bolivia.
Debido a que frustraba en parte su proyecto integracionista, Bolívar se opuso inicialmente al surgimiento del nuevo país, pero los halagos de Olañeta rindieron sus frutos: esa nueva unidad política acabaría llevando el nombre del Libertad.
El golpe mortal vendría cinco años después, en 1830, cuando los caudillos regionales consiguieron fraccionar la que se denominó Gran Colombia. En un contexto como el del siglo XIX, cuando las comunicaciones eran difíciles, controlar un gran territorio era complicado y, eso frustraba las aspiraciones de los gamonales y dueños de minas. En territorios pequeños, el control era viable y, por ello, conveniente tener países pequeños. Esa fue la explicación general a la desintegración de la que hoy se conoce como la “patria grande”. Sucre viajaba para evitarlo y lo mataron por eso.
El crimen se había resuelto con tal anticipación que hasta fue anunciado por el periódico de los conspiradores, “El Demócrata”, de Bogotá. Lo que se publica en ECOS es que el crimen cuyo aniversario recordamos hoy, domingo 4 de junio, fue político y sus autores intelectuales, Obando y Flores, se turnaron en la Presidencia de Ecuador luego de que se deshizo la Gran Colombia.
Antonio José de Sucre y la integración
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04.06.2023
En esta misma edición encontrará, en nuestra revista dominical ECOS, un artículo titulado “Asesinos de Sucre”, que se complementa con otro publicado hace casi un año antes: “Asesinato de Sucre”. Estas entregas tienen una doble consecuencia: por un lado, el gran público recibe información novedosa sobre un hecho ocurrido hace 193 años y, por otra, sirven de insumo para los investigadores de este tema.
La muerte de Antonio José de Sucre, ocurrida el 4 de junio de 1830, puede interpretarse de diferentes maneras. ECOS mostró, por ejemplo, los cuadros que fueron pintados con ese fatídico motivo y que constituyen, por sí mismos, materiales para investigaciones específicas. De entre todos, el más importante es, sin duda, el que fue firmado apenas seis años después del crimen por Pedro José Figueroa y cuya principal característica es que........
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