Xi Jinping está tratando de apartar a China de su modelo económico basado en el inmobiliario y alimentado por la deuda. La transformación enfriará el crecimiento de la segunda economía mundial tras años de rápido desarrollo. Los inversores están preocupados, pero corren el riesgo de ignorar unos cambios estructurales que sostendrán el voraz apetito del país por las materias primas.

Tomemos como ejemplo el mercado del cobre, de 300.000 millones de dólares. China importa más del 60% del volumen mundial de este metal. “En lo que respecta al cobre, se suele pensar que cobre equivale a inmobiliario, e inmobiliario equivale a China”, afirma un trader de materias primas. “Y como la propiedad en China está a la baja, el cobre también debe estarlo”.

Cierto es que el vasto sector inmobiliario del país, que impulsa un cuarto de su PIB y unos 40 sectores más, desde la construcción hasta los electrodomésticos, aún no ha tocado fondo. El número de nuevas construcciones por superficie se redujo otro 23% en el año transcurrido hasta octubre, frente a un 2022 ya de por sí maltrecho. Las fisuras geopolíticas de Pekín con Occidente, que van desde la carrera tecnológica con Washington hasta sus buenas relaciones con Moscú y su posición respecto a Taiwán, han provocado que los inversores se muestren reticentes ante un amplio abanico de activos chinos. China registró el primer déficit trimestral de su historia en inversión extranjera directa: 11.800 millones de dólares entre julio y septiembre.

Pero dos tendencias matizadas complican el panorama. En primer lugar, por mucho que a Xi le preocupen las burbujas inmobiliarias, sigue queriendo evitar el malestar social, dado que los chinos de a pie almacenan el 70% de su riqueza en propiedades. Por eso quiere asegurarse de que las promotoras en apuros, como China Evergrande, terminen de construir los apartamentos que han pre-vendido a los deudores hipotecarios. En octubre, China aún tenía en construcción unos 8.200 millones de metros cuadrados, aproximadamente 80 millones de viviendas típicas de tres dormitorios. El cobre tiende a usarse en las últimas fases de una construcción, por lo que la posible pérdida de demanda derivada de la crisis inmobiliaria será probablemente menos grave que en el caso del mineral de hierro, que se utiliza más al principio de las obras.

Segundo, la misión de Xi de desplazar los motores económicos del país del inmobiliario a las industrias ecológicas y de alta tecnología se está acelerando. Cuando los máximos dirigentes chinos establecieron las prioridades el 31 de octubre, en la conferencia de finanzas del Partido Comunista, que se celebra dos veces al año, pidieron explícitamente que se destinaran más recursos financieros a estas inversiones. Eso significa que probablemente se guiará a los bancos estatales a prestar más a los coches eléctricos, la energía eólica y solar, la inteligencia artificial y los chips avanzados. Estas industrias necesitan cobre y otros metales.

Así, aunque la cuota de la nueva economía china sigue siendo pequeña en comparación con los antiguos motores de crecimiento, su auge también está creando una nueva demanda de materias primas. El cobre, por ejemplo, es esencial para fabricar motores eléctricos y baterías, así como para las redes eléctricas y otros esfuerzos por impulsar las renovables. En eólica, por ejemplo, China ha añadido más capacidad de generación en los dos últimos años que en los siete anteriores, y aumentará su potencia eólica conectada a la red a una tasa de crecimiento anual compuesta del 11% en 10 años, hasta alcanzar los 2,38 teravatios a finales de 2032, según Wood Mackenzie.

Cobre

Por eso, la demanda china de cobre seguirá creciendo, desde los 4 millones de toneladas métricas de 2020 hasta unos 18 millones en 2030, estima el grupo de trading de materias primas Trafigura. Esta cifra contrasta con el aumento de 5 millones de toneladas en la demanda anual entre 2010 y 2020. Y la demanda de cobre de China ha crecido un 8% este año, más rápido que el 5% que Xi se ha fijado como objetivo para el crecimiento global del PIB.

Los precios del cobre han seguido en 2023 tanto al optimismo como al pesimismo en torno a la reapertura pos-Covid, pero en todo caso les ha ido mucho mejor de lo que amenazaba el desplome inmobiliario. El contrato de cobre más negociado en la Bolsa de Futuros de Shanghái (SHFE) ha subido un 4% este año, mientras que los contratos de cobre a tres meses en la Bolsa de Metales de Londres ganan un 3%. Los productores chinos lo están pasando en grande: las acciones de Zijin Mining, que cotiza en Shanghái, han subido casi un 18% este año.

Aluminio

Lo mismo ocurre con el aluminio, que destaca en la construcción inmobiliaria, pero también en los componentes de los vehículos eléctricos, como los que envuelven y protegen la batería, y en infraestructuras como las estaciones de recarga. La demanda anual de aluminio de China creció en 18 millones de toneladas de 2010 a 2020, y se prevé que crezca en otros 13 millones hasta 2030, hasta superar los 50 millones anuales, según Trafigura. Los precios del aluminio en la Bolsa de Futuros de Shanghái han subido un 1% este año, superando a los precios mundiales de la Bolsa de Metales de Londres, que han caído un 8%, según los analistas de ING.

Juntos, estos factores están actuando como un suelo para el crecimiento chino. Este mes, el FMI ha mejorado el crecimiento del PIB del país para 2023 y 2024. Ahora espera que la producción se expanda un 4,6% en 2024, desde una estimación del 4,2% en octubre. La República Popular aportó el 35% del crecimiento del PIB mundial en 2019; seguiría representando el 27% en 2024, incluso si se expande por debajo del 4%, calculamos a partir de datos del FMI y el Banco Mundial. Esto se debe en parte a que se espera que otras regiones, como EE UU, se ralenticen.

Acero

No cabe duda de que la reducción paulatina del inmobiliario afectaría a algunas materias primas más que a otras. Por ejemplo, según los analistas de Oxford Economics, el sector de la construcción chino, que depende del acero, podría crecer solo un 2,5% anual en los próximos 10 años, lo cual debería preocupar a exportadores de mineral de hierro como Australia. Pero incluso entonces, el golpe a los precios podría estar lejos de ser extremo. China supone casi el 70% de la demanda mundial de este mineral, de modo que cuando su mercado inmobiliario se desplomó en 2015, los precios cayeron a un mínimo histórico de unos 40 dólares por tonelada. Este año, sin embargo, se han mantenido por encima de los 110 dólares de media, según los analistas de HSBC, y ahora rondan el nivel más alto en seis meses. Ello se debe en parte a las esperanzas de que Pekín gaste dinero para estimular la economía, y en parte a que la nueva demanda de acero utilizado en vehículos eléctricos, parques eólicos y otras infraestructuras ha contribuido a suavizar el golpe.

A medida que China transita hacia un nuevo modelo económico, su apetito por las tecnologías verdes debería de seguir beneficiando a países latinoamericanos como Chile –uno de los principales productores de cobre– e Indonesia, que produce metales más especializados como el níquel, así como a países africanos como la República Democrática del Congo, que domina la minería del cobalto.

Como dice el refrán chino, un camello más flaco aún es más grande que un caballo. Desde el punto de vista de las materias primas, los inversores demasiado centrados en la pérdida de peso económico de China corren el riesgo de pasar por alto que sigue siendo demasiado grande para ignorarlo.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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QOSHE - China va más lenta, pero sigue necesitando muchas materias primas - Yawen Chen
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China va más lenta, pero sigue necesitando muchas materias primas

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05.12.2023

Xi Jinping está tratando de apartar a China de su modelo económico basado en el inmobiliario y alimentado por la deuda. La transformación enfriará el crecimiento de la segunda economía mundial tras años de rápido desarrollo. Los inversores están preocupados, pero corren el riesgo de ignorar unos cambios estructurales que sostendrán el voraz apetito del país por las materias primas.

Tomemos como ejemplo el mercado del cobre, de 300.000 millones de dólares. China importa más del 60% del volumen mundial de este metal. “En lo que respecta al cobre, se suele pensar que cobre equivale a inmobiliario, e inmobiliario equivale a China”, afirma un trader de materias primas. “Y como la propiedad en China está a la baja, el cobre también debe estarlo”.

Cierto es que el vasto sector inmobiliario del país, que impulsa un cuarto de su PIB y unos 40 sectores más, desde la construcción hasta los electrodomésticos, aún no ha tocado fondo. El número de nuevas construcciones por superficie se redujo otro 23% en el año transcurrido hasta octubre, frente a un 2022 ya de por sí maltrecho. Las fisuras geopolíticas de Pekín con Occidente, que van desde la carrera tecnológica con Washington hasta sus buenas relaciones con Moscú y su posición respecto a Taiwán, han provocado que los inversores se muestren reticentes ante un amplio abanico de activos chinos. China registró el primer déficit trimestral de su historia en inversión extranjera directa: 11.800 millones de dólares entre julio y septiembre.

Pero dos tendencias matizadas complican el panorama. En primer lugar, por mucho que a Xi le preocupen las burbujas inmobiliarias, sigue queriendo evitar el malestar social, dado que los chinos de a pie almacenan el 70% de su riqueza en propiedades. Por eso quiere asegurarse de que las promotoras en apuros, como China Evergrande, terminen de construir los apartamentos que han pre-vendido a los deudores hipotecarios. En octubre, China aún tenía en construcción unos 8.200 millones de metros cuadrados,........

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