A principios de esta semana hablé con dos amigos inversores, uno el lunes y el otro el martes. Me llamó la atención que cada uno mostraba cierto grado de escepticismo hacia la valoración de los fondos de renta variable. Lo curioso es que uno dudaba de las valoraciones de las compañías cotizadas, mientras que no de las privadas, y el otro tenía la visión contraria.
Ambos inversores son cultos lectores que, además de temas como la filosofía y el arte, están interesados en la economía y los mercados financieros. Sus profesiones también pueden influir en sus percepciones. El primero, a quien llamaré Chip, trabaja desde hace 30 años en una multinacional europea cotizada que vende semiconductores, y vivió en el inicio de su carrera profesional la burbuja tecnológica y su ruptura.
El segundo, a quien llamaré Corporación, tiene una larga, exitosa y variada trayectoria profesional. Desde hace unos 20 años, se dedica a la banca corporativa y, por tanto, conoce de primera mano cómo los cambios en el entorno macroeconómico afectan al precio y al número de transacciones de compañías privadas. Su edad, patrimonio y conocimientos le han permitido tener una experiencia inversora en Bolsa que duplica su experiencia profesional en banca corporativa.
Chip me llamó el lunes y me dijo: “Marta, estoy pensando en vender mis fondos de renta variable; me parece que la tecnología está muy sobrevalorada y preveo que puede haber una fuerte corrección”. Como habrá deducido el lector, sus fondos de acciones son líquidos, de lo contrario no podría ni planteárselo. Le respondí que su cartera de fondos es muy diversificada........