Por segunda vez en este siglo, un Gobierno impone sin el consenso mínimo al Gobernador del Banco de España. Por segunda vez, un Gabinete del Partido Socialista no encuentra al candidato que suscite el plácet del Partido Popular, porque por segunda vez alguien deja de ser ministro o secretario de Estado un jueves para presidir el Banco de España el viernes, violentando sin rubor alguno la independencia que a la institución le otorga la ley de Autonomía de 1994. Pero que nadie dé por hecho, ni Sánchez siquiera, que tendrá el Gobierno en el caserón de la calle Alcalá el abrigo que tanto le cuesta encontrar para sus políticas en la comunidad económica y en el Parlamento.
Escrivá será más Escrivá que nunca: regresará al seno de Escrivá tras la heterodoxa excursión que la política le ha ofrecido durante cinco años, interpretando los apasionantes papeles por norma reservados a los políticos profesionales. El flamante gobernador ha impregnado todos los cargos que ha ocupado en el pasado de su particular activismo inconformista, sin miedo al debate técnico en el que nada como los peces, con algunos desafortunados deslices iliberales propios de los recién llegados a la política, y forzando a menudo la censura justificada de los profesionales que manejan tanta información como él y que tienen capacidad semejante para el análisis de la economía.
Pero el Banco de España son palabras mayores. Es una institución que imprime más carácter que la persona que lo lidera. Y, como sus predecesores, Escrivá tratará por todos los medios de honrar el prestigio y el oremus de una institución que desea presidir desde hace años, y que a su vez devuelve un lustre........