En una semana, Kamala Harris ha recaudado 200 millones de dólares, conseguido 170.000 nuevos voluntarios para trabajar en su campaña y mejorado sus índices de preferencia. Y, más importante, ha resucitado al Partido Demócrata, ahora motivado, esperanzado y unido en torno a ella.
Para comprender el fuerte valor de lo anteriormente dicho, habría, como en las películas, que poner el rótulo One week before… (una semana antes). La semana previa fue septimana horribilis, horrible para los demócratas. Trump encabezaba las encuestas de estimación de voto, superando a Biden ( 6%). La terrible imagen de este en el debate televisado dio a Trump munición electoral y causó profundo desánimo entre demócratas. El frustrado atentado contra el republicano y su desafiante actitud con la cara ensangrentada y el puño en alto le dieron aire de invencibilidad. La convención republicana, en que Trump fue elegido candidato y presentó a su vicepresidente (J. D. Vance) fue un paseo triunfal que le aupó aún más en las encuestas.
La depresión en que se sumieron los demócratas, condenados a apechugar con Biden, solo tuvo parangón con la que vivieron con Jimmy Carter en 1980, frente a Ronald Reagan. Carter y Biden, bienintencionados… pero condenados al fracaso. Ambos, presidentes de un solo mandato. Carter, porque perdió las elecciones a favor de Reagan. Biden, porque se vio obligado a renunciar cuando los líderes demócratas y los financiadores de su campaña electoral, le pidieron –privadamente y en público– que dimitiera como candidato: George Clooney, mediante........