La aprobación de unos Presupuestos para 2024 será la prueba de continuidad en la legislatura, ya que, mediante su prórroga en caso necesario, puede proteger al Gobierno de la previsible inestabilidad creciente de sus apoyos parlamentarios. Así lo ha entendido el presidente Sánchez cuando ha puesto en marcha el proceso de elaboración de los mismos mediante la preceptiva aprobación por el Congreso del techo de gasto, y las declaraciones de la vicepresidenta primera en el sentido de que esperaba tener aprobados los Presupuestos antes de abril.
Si, como parece, se presentan pronto unos Presupuestos al Parlamento, asistiremos a una radiografía de la complicada situación política: una oposición del no a todo, que ya ha dicho, sin conocerlos, que los vetará en el Senado, y unos socios parlamentarios del Gobierno que ya han aprendido a exprimir su debilidad en beneficio propio. Lo cual, en meses preelectorales, convierte cada voto en algo muy valioso.
Es razonable, pues, dedicar un poco de reflexión al asunto. Sobre todo, porque este año los Presupuestos coinciden con un cambio importante en, al menos, tres elementos externos de contexto: el aumento de las incertidumbres geopolíticas que incrementan los riesgos económicos del momento; el fin de la moratoria comunitaria sobre la política de equilibrio presupuestario ante la sucesión de crisis vividas (pandemia, energía, tipos de interés), con el regreso, paulatino y flexible, de los procedimientos de déficits excesivos; y la nueva orientación de la UE sobre autonomía estratégica y de seguridad, con un nuevo papel al Estado en el impulso de una política........