Mientras algunos se atascan luciendo lo hecho, otros tendemos a mirar, siempre, lo que queda por hacer. En un contexto mundial de policrisis sucesivas, el barco de la economía española ha resistido razonablemente bien, con tres rasgos novedosos respecto a lo que ha sido nuestra tradición: crecemos más que la media europea, creamos empleo, incluso con desaceleración económica, y mantenemos superávit por cuenta exterior.
Todo lo vivido en estos últimos cinco años ha sido tan excepcional, cuando todavía no nos habíamos recuperado de las crisis financiera-inmobiliaria y del euro que, con lo hecho, podemos sentirnos razonablemente satisfechos. Incluyendo la aplicación, en línea con el resto de países, de medidas urgentes durante la pandemia o cuando la inflación desatada tras la invasión de Ucrania por parte de Putin y las sanciones impuestas por Occidente a Rusia.
Europa afronta una etapa nueva en la que tendrá que desarrollar el aprobado plan de autonomía estratégica, estableciendo una nueva política industrial, como defiende Mario Draghi, un nuevo impulso al mercado interior en Bolsas y entidades financieras, como ha propuesto Enrico Letta, el papel de la energía nuclear para asegurar la independencia energética reduciendo emisiones, cómo recuperar competitividad con Estados Unidos, impulsar la nueva política de defensa, aclarar las nuevas relaciones con China, recuperar el terreno perdido en nuevas tecnologías del dato e inteligencia artificial y adecuar sus Presupuestos a todos estos desafíos, sin excluir la ampliación al este. Una agenda intensa frente a la que España deberá consensuar una posición de país.
En paralelo,........